Editorial

El alto costo del “plato gratis”

Pero esta costumbre no es más que una muestra clara del "síndrome de la rana hervida" aplicado a la economía boliviana.

Editorial | | 2025-03-24 07:00:44

Las largas filas en los surtidores se han convertido en una escena cotidiana. Lo que en cualquier otra circunstancia sería un motivo de indignación y protesta, se ha transformado en una rutina aceptada con resignación. Personas que madrugan para conseguir un tanque de gasolina, transportistas que deben pernoctar en sus vehículos y ciudadanos que han normalizado esperar horas para obtener un bien esencial. Incluso, algunos encuentran beneficios en la espera: la oportunidad de socializar, vender productos o simplemente sentir que han logrado un pequeño triunfo al llenar su tanque. Pero esta costumbre no es más que una muestra clara del "síndrome de la rana hervida" aplicado a la economía boliviana.

Este concepto, que describe cómo los cambios graduales pueden adormecer la capacidad de reacción de una sociedad, es utilizado por regímenes autoritarios y populistas para mantener a la población sometida sin percibir la magnitud del deterioro. El gobierno de Luis Arce sostiene el discurso de que nunca tomará una medida que afecte al pueblo, pero la realidad demuestra que el mantenimiento de los subsidios es precisamente lo que está asfixiando la economía nacional.

Los subsidios a los carburantes han generado una carga fiscal insostenible, absorbiendo recursos que podrían destinarse a educación, salud o infraestructura. En 2023, el gasto en subsidios superó los Bs 12.678 millones, un 65,8% más de lo proyectado. A pesar de esto, la escasez de combustible es evidente y las filas interminables son solo el síntoma más visible del problema. El contrabando de gasolina y diésel, que representa una pérdida de aproximadamente 600 millones de dólares anuales, agrava aún más la crisis, mientras el Estado sigue perdiendo dinero en un sistema que beneficia a pocos y perjudica a la mayoría.

La paradoja del "plato gratis" se manifiesta aquí con toda su crudeza. El subsidio termina siendo un costo altísimo que paraliza la economía, genera desabastecimiento y encarece la vida de los bolivianos. Lo que parece un alivio se traduce en un sacrificio prolongado, donde la población se acostumbra a sobrevivir en la escasez en lugar de exigir soluciones estructurales.

Cuba es un ejemplo claro de cómo este mecanismo puede perpetuarse por décadas. Allí, la población ha aprendido a subsistir con migajas, con racionamientos de alimentos y bienes básicos que, al ser entregados "gratuitamente", generan una dependencia absoluta del Estado. El pueblo cubano no reacciona porque el deterioro ha sido paulatino. En Bolivia, la dependencia a los subsidios y el acostumbramiento a las dificultades son síntomas de una estrategia similar. La diferencia es que aún hay margen para reaccionar.

Si los bolivianos no tomamos conciencia de que los subsidios no son sostenibles y que el supuesto "beneficio" de la gasolina barata tiene un costo oculto que se paga con inflación, desabastecimiento y crisis económica, el país seguirá atrapado en la misma espiral de dependencia y deterioro. Es necesario reconocer que el "plato gratis" nunca es realmente gratis. La factura se paga, tarde o temprano, con un costo mucho mayor que el que se quiso evitar en un principio.

La paradoja del "plato gratis" se manifiesta aquí con toda su crudeza. El subsidio termina siendo un costo altísimo que paraliza la economía, genera desabastecimiento y encarece la vida de los bolivianos. Lo que parece un alivio se traduce en un sacrificio prolongado, donde la población se acostumbra a sobrevivir en la escasez en lugar de exigir soluciones estructurales.