“Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vio la ciudad, se puso a llorar por ella” (Lc 19,41).
“¡Están haciendo política!” Es el típico lloriqueo del gobierno cuando cuestiona o critica sus determinaciones.
Y ¿por qué no? ¿Acaso es ilegal o ilegítimo? ¿Será que el gobierno y su partido son los únicos autorizados para hacer política? Cada mensaje que el gobierno obliga a transmitir para alabar su propio pan y felicitarse a sí mismo es también una campaña política, pero a diferencia de la oposición, es financiada con recursos del pueblo e impuesta por decreto supremo. El gobierno no hace nada sin cálculos políticos.
Sencillamente, quien está convencido de que el gobierno está gobernando mal, debería hacer política para lograr el cambio. El desafío es hacerlo de manera honesta y honrada, abierta al diálogo y al intercambio de ideas, proponiendo soluciones más que descalificando a quienes piensan diferente. Es mucho mejor hacer campañas políticas que bloquear caminos y organizar otras formas de violencia, que fundamentalmente son también formas de hacer política.
“El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”, dijo Platón y tenía razón. Por esto no es aceptable refugiarse en la religión o la indiferencia apartándose del mundo alrededor. Hacer política es derecho y deber de todo ciudadano para comprometerse con el bien común.
¿Qué es la política sino la consolidación del poder? El tema no es hacer o no hacer política, sino gobernar como servidor o como abusador. Queremos que un presidente merezca el título de “Excelencia” y que un alcalde sea realmente “Honorable”.
En la Encíclica Fratelli Tutti (Hermanos todos), del Papa Francisco, la palabra “política”, “político” etc., aparece más de 100 veces. Tiene un capítulo titulado “La mejor política” y otro “El amor político”.
Entre otras cosas dice: “Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. En cambio, desgraciadamente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto.” (Párrafo 154).
“Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla, reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?” (176).
Frente a Jerusalén Jesús lloró. Eran lágrimas políticas por un pueblo que no sabía acoger al Reino de Dios y por eso se encaminaba hacia su propia destrucción.
Jesús fue crucificado “bajo el poder de Poncio Pilato” precisamente por hacer política. Solo que no buscaba ocupar el puesto de Pilato o César, sino hacerles aceptar la verdad y convertirse en un ejercicio de poder que fuese una auténtica expresión del amor a Dios y al prójimo. “El reino de Dios se acerca; conviértanse”; este mensaje es para todos especialmente quienes tengan o deseen el poder político, económico, social y hasta espiritual.
Jesús explicó a Pilato que “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,36). Hoy diría: “Mi política no es de este mundo”. Pero comentando la política mundana de entonces (y de hoy), denunció: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor y el que gobierna, como un servidor” (Lc 22,25-26).
En realidad, ambas afirmaciones apuntan a lo mismo, pues “de este mundo”, se refiere al abuso del poder político, aquel poder que implica postrarse ante Satanás, quien ofreció a Jesús lo que el demonio considera suyo: “todos los reinos del mundo con todo su esplendor” (Mt 4,8). En cambio, reino “de Dios” o “de los cielos”, quiere decir que el ejercicio del poder esté al servicio de los demás, pues así actúa el Todopoderoso. Precisamente por esto oramos: “Venga a nosotros Tu Reino”. El Reino de Dios no es de este mundo de pecado, de violencia y de abusos de poder, pero es para este mundo que tanto lo necesita. Y para esto hay que hacer política, buena política, política transparente, servicial, inteligente, sacrificada y bendecida por Dios.
Haz política y que Dios te bendiga.