
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, celebró este lunes con aparente entusiasmo que Japón haya enviado un equipo negociador de alto nivel a Washington para hablar de comercio. En cambio, volvió a censurar, como ya había hecho el viernes, que China responda a su agresión con represalias, y elevó la apuesta. Trump amenazó al presidente chino, Xi Jinping, con aranceles adicionales del 50%, lo que los elevaría al 104%, en una nueva escalada de la guerra comercial.
Al tiempo, la Casa Blanca desmintió la idea de que el presidente y su equipo estuviesen dispuestos a dar una tregua de 90 días a todos los países menos a China. La difusión de ese rumor había provocado de inmediato una reacción de alivio en las Bolsas, que empezaron el día con fuertes pérdidas y entraron en terreno positivo ante la esperanza de una tregua.
Trump se encuentra con la presión creciente de unas Bolsas que se desploman, augurios de recesión y críticas incluso en el seno del propio Partido Republicano. Sin embargo, el presidente ha empeñado mucha de su credibilidad en la guerra comercial y no le resultará fácil encontrar una narrativa con la que echarse atrás.
El presidente quiere negociar desde una posición de fuerza, desde “el asiento del conductor”, como dijo la semana pasada. Por eso, la respuesta de China le deja en una difícil situación. Por un lado, seguir elevando los aranceles puede agravar las consecuencias negativas de la guerra comercial, como la subida de precios y el frenazo económico. Por otro, no hacer nada ante las represalias chinas dejaría sin fuerza la advertencia al resto de los países. De momento, Trump se ha quedado en un terreno intermedio, el de la amenaza, pero parece dispuesto a dar una especie de escarmiento a China, aunque eso suponga dispararse en el pie.
“Ayer, China impuso aranceles de represalia del 34%, además de sus aranceles ya récord, aranceles no monetarios, subvenciones ilegales a empresas y manipulación masiva de divisas a largo plazo, a pesar de mi advertencia de que cualquier país que tome represalias contra Estados Unidos mediante la imposición de aranceles adicionales, más allá de su ya existente abuso arancelario a largo plazo de nuestra nación, se enfrentará inmediatamente a aranceles nuevos y sustancialmente más altos, por encima de los establecidos inicialmente”, escribió Trump en Truth, su red social.
“Por lo tanto, si China no retira su aumento del 34% por encima de sus ya prolongados abusos comerciales para mañana, 8 de abril de 2025, Estados Unidos impondrá aranceles ADICIONALES a China del 50%, a partir del 9 de abril. Además, ¡se darán por terminadas todas las conversaciones con China en relación con las reuniones solicitadas! Las negociaciones con otros países, que también han solicitado reuniones, comenzarán de inmediato. ¡Gracias por su atención a este asunto!”, añadió. Trump impuso aranceles del 20% a los productos chinos por el fentanilo y de un 34% con los mal llamados “aranceles recíprocos”, por lo que el nuevo paso elevaría las tasas al 104%.
Amenazas y oportunidades
China encuentra en la deriva estadounidense amenazas y oportunidades, pero el presidente Xi no se ha mostrado dispuesto hasta ahora al juego de Trump, cuya Administración parece estar mendigando una llamada del líder chino. Cuando Trump impuso los primeros aranceles por el fentanilo, el entonces primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, aceptaron ofrecer concesiones (más simbólicas que reales) para aplazarlos. El presidente de Estados Unidos dijo que esperaba hablar también con el de China, pero Xi se negó a rendirle pleitesía y ambos países entraron en rumbo de colisión inmediata. Desde entonces, China ha tratado de mantener el pulso. Dado su alto superávit comercial con Estados Unidos, Pekín tiene más que perder en la batalla bilateral, pero el país no pierde de vista las consecuencias a escala mundial.
Junto a la dureza con China, el mensaje de Trump también muestra una clara disposición a negociar “de inmediato”. El presidente desmiente así a los miembros de su equipo que decían que los aranceles no eran negociables porque se trataba de una emergencia nacional. De alguna forma, se desmiente a sí mismo, ya que había dicho que sus políticas nunca cambiarían.
Eso sí, Trump quiere marcar las condiciones, o al menos aparentarlo. “Países de todo el mundo están hablando con nosotros. Se están estableciendo parámetros duros, pero justos”, escribió en otro mensaje en Truth para dar cuenta de una llamada con Shigeru Ishiba: “He hablado con el primer ministro japonés esta mañana. ¡Va a enviar un equipo de alto nivel para negociar! Han tratado muy mal a Estados Unidos en materia de comercio. No se quedan con nuestros coches, pero nosotros nos quedamos con MILLONES de los suyos. Lo mismo ocurre con la agricultura y muchas otras ‘cosas’. Todo tiene que cambiar, ¡pero especialmente con CHINA!”, escribió.
En Wall Street se multiplican las voces que advierten del daño provocado no ya a la Bolsa, sino al conjunto de la economía, con los arbitrarios aranceles salvajes de Trump. Las señales del mercado son claras: las noticias de escalada en la guerra comercial detonan pérdidas; bastan rumores de alivio o rectificación para hacer subir las cotizaciones.
El presidente de JP Morgan, Jamie Dimon, se sumó este lunes al creciente clamor del mundo de la inversión y las finanzas contra la guerra comercial que amenaza con provocar no solo una recesión en Estados Unidos, sino una de carácter global. “La fragmentación económica con nuestros aliados puede ser desastrosa a largo plazo”, advirtió el banquero, que cree que los aranceles frenarán el crecimiento, aunque cree que aún está por ver si provocarán una recesión.
La advertencia de Jamie Dimon se suma a la de Bill Ackman, que pidió este domingo al presidente de Estados Unidos un “tiempo muerto” de 90 días en la guerra comercial para tratar de llegar a acuerdos con los demás países. De lo contrario, augura un “invierno económico nuclear”. “Estamos en el proceso de destruir la confianza en nuestro país como socio comercial, como lugar para hacer negocios y como mercado para invertir”, sostiene el multimillonario.
En 2008, las imágenes de trabajadores de Lehman Brothers abandonando las oficinas del banco con sus pertenencias en una caja tras la quiebra del titán de Wall Street sirvieron para ilustrar el estallido de la crisis financiera. En 2020, la crisis económica derivada de la pandemia quedó reflejada en las calles desiertas por el confinamiento. Si la guerra comercial termina por meter al mundo en la tercera recesión global de este siglo, para la posteridad quedará el retrato de Donald Trump con su cartelón de aranceles “recíprocos” como el preciso instante en que se desató la crisis.