Editorial

Boicot centralista

No es una exageración afirmar que Bolivia enfrenta su amenaza más grave en décadas: una combinación letal de miseria económica, colapso institucional, destrucción...

Editorial | | 2025-04-11 01:36:00

No es una exageración afirmar que Bolivia enfrenta su amenaza más grave en décadas: una combinación letal de miseria económica, colapso institucional, destrucción del aparato productivo y consolidación autoritaria. Sin embargo, ante este escenario crítico, la oposición vuelve a fracasar en su intento de unidad. ¿Por qué?

La respuesta se resume en una palabra: centralismo, el mal estructural que atraviesa la historia política boliviana y sabotea cualquier intento real de transformación.

Los mismos de siempre—Tuto Quiroga, Carlos Mesa y Samuel Doria Medina—volvieron a dinamitar desde dentro un proceso de unidad que esta vez tenía una posibilidad histórica: una alianza real entre oriente y occidente. Por primera vez, el eje cruceño era reconocido no solo como motor económico, sino como actor político con voz y voto reales. Ninguno de los candidatos era cruceño, pero se entendía que sin Santa Cruz no hay salida viable al MAS ni construcción de un nuevo país.

Pero eso incomoda profundamente al andinocentrismo político que ha dominado Bolivia desde 1825. El modelo centralista no admite la redistribución del poder. Y cuando se perfilaba una alianza que desafiaba ese esquema, comenzaron los vetos y maniobras de quienes, paradójicamente, dicen oponerse al MAS. En el fondo, la política tradicional centralista comparte con el oficialismo el mismo objetivo: mantener al oriente subordinado, útil como recurso, pero excluido como sujeto político pleno.

Es por eso que el fracaso opositor no puede explicarse sólo por egos o diferencias ideológicas. Es una decisión deliberada: preservar el statu quo antes que permitir el ascenso político del oriente. En esta disputa, lo que está en juego no es solo una elección, sino el modelo de país. Y muchos, incluso en la oposición, prefieren la continuidad del MAS antes que ceder poder al oriente.

El MAS está agotado. Su modelo, corroído por la corrupción y la represión, ya no ofrece respuestas. Pero su utilidad para el centralismo radica en que mantiene el poder concentrado en el altiplano, dejando al oriente fuera del diseño de nación. Eso es lo que temen los referentes tradicionales: una reconfiguración del poder nacional que acabe con la hegemonía centralista.

Santa Cruz sólo pide ser parte del diseño de un nuevo proyecto político: eficiente, democrático, moderno. Uno que se nutra del modelo productivo cruceño, probado y competitivo, frente al estatismo andino que solo produce dependencia y mediocridad.

El tiro de gracia no vino del MAS. Vino de quienes se presentan como alternativa. Carlos Mesa, el eterno equilibrista, optó una vez más por preservar el viejo orden donde la periferia obedece y el centro decide. Todo en nombre de una “unidad” que, en realidad, es una coartada para sostener el centralismo de siempre.