En secuencia, ambos episodios tienen muchas coincidencias y son parte de estrategias y decisiones políticas en momentos muy delicados de crisis. De crisis política, esencialmente, donde el Estado, en manos de “la clase fundamental” —en lenguaje gramsciano— pasa a convertirse en aparato de coerción y control.
El “golpe”, como sostuve días después en una columna, fue una magistral “movida política planificada”. Era un momento muy frágil, donde la estabilidad del gobierno estaba en serio riesgo. Fue, quizá, una de las peores circunstancias de Luis Arce en sus casi cinco años de gobierno.
En las carreteras, Evo Morales reclamaba la sigla del Movimiento al Socialismo (MAS), protagonizando brutales y terribles bloqueos. En esos días, Evo amenazaba con “incendiar” el país si se le arrebataba la sigla. Además, deseaba, en el fondo de su alma, el acortamiento del mandato de su “hermano Lucho”. Era, en ese sentido, el principal conspirador. Pretendía desestabilizar al gobierno no solo en el Parlamento, sino, principalmente, en las calles, con permanentes amenazas de bloqueo y convulsión. Dicho sea de paso, la pelea interna del MAS generó dos bestiales e inhumanos bloqueos en 2024, con incalculables costos económicos y sociales.
En el plano económico, la crisis se expresaba en las enormes filas por gasolina y diésel. La falta de dólares para comprar estos combustibles provocaba periódicamente escasez y desabastecimiento. Asimismo, se inició un nocivo proceso inflacionario, impulsado por la subida del dólar en el mercado paralelo. Excepto en algunos alimentos, casi todos los insumos y productos que consumimos son importados. Sus precios están indexados al dólar paralelo.
La escasez de gasolina, la falta de dólares y la subida de precios, antes del “golpe”, habían generado en todo el país una escalada de conflictos. La estabilidad del gobierno “pendía de un hilo”.
En esos momentos de extrema delicadeza, normalmente las élites en el poder, para conseguir estabilidad y control, utilizan el aparato estatal y todo su poderío de coerción para la conservación del orden establecido, a través de la violencia en el campo jurídico, la coacción legal y en el campo militar.
Ahí viene el “golpe”, en ese delicado y frágil momento. Utilizan, de manera cruel y perversa, al Gral. Zúñiga, en ese momento comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. ¿Qué compromisos habrían existido de por medio? Sin embargo, Zúñiga acaba preso y traicionado. Desde su encierro ha comenzado a revelar verdades y pasajes que confirman la tesis del “autogolpe”.
El plan tuvo, aunque por un tiempo muy corto, sus réditos. Luis Arce sale fortalecido, externa e internamente. La comunidad internacional deploró “la intentona”. Se pronunciaron tanto la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como la Organización de Estados Americanos (OEA), y gran parte de los países vecinos. El apoyo a la democracia y el repudio al intento de “golpe”, en última instancia, se convirtieron en un apoyo directo al gobierno de Arce.
En el plano interno, sale fortalecido también con sus organizaciones sociales, que le brindan su incondicional apoyo. El “autogolpe” logra, en ese momento, una inusitada cohesión social en torno al “hermano Lucho”, quien se convierte en un verdadero héroe que, con templanza y valentía, enfrentó a los “golpistas” en la puerta del palacio. Fue una increíble “puesta en escena”.
Por un período muy corto, sale fortalecido.
Diez meses después, irrumpe el documental. También en circunstancias muy adversas para el gobierno, de cara a las elecciones del 17 de agosto. Según los últimos sondeos de opinión, Luis Arce es el hombre más odiado del país. En sus espaldas carga todo el costo de la crisis. Cada día, la escasez de combustibles es más dramática. No hay dólares, ni los que llegan por financiamiento externo, por el bloqueo de la Asamblea. El problema de la falta de divisas se agudiza. La inflación no se detiene. El escenario para reproducirse en el poder a través de las urnas es muy complejo. El poder está en riesgo.
Ahí viene el documental. La élite azul recurre otra vez, como en todo momento de crisis, al aparato del Estado y todo su poder de coerción. En ese sentido, el documental, básicamente, tiene dos objetivos, cuatro meses antes de las elecciones.
Primero, patear la agenda mediática, centrada en los conflictos y colas en la venta de combustibles, la subida del dólar y la inflación. Por un momento, al menos, volcarán esa agenda mediática que los fagocita. En efecto, la atención mediática en los últimos días se centró en el documental. A segundo plano pasó la subida del dólar en el mercado paralelo, que ya superó el 100% del precio oficial.
En segundo lugar —y creo que este objetivo es el más importante— se pretende silenciar a las voces disonantes, a librepensantes y analistas de referencia. Al haberlos incluido en ese gabinete ministerial que menciona el documental, se los cita a comparecer ante el Ministerio Público en “calidad de testigos” e “involucrados”. Está claro que pretenden generar no solo miedo, sino terror.
Asimismo, la citación y comparecencia del Ing. Boris Villegas, quien denunció con datos fehacientes el fraude del 2019, pretende generar miedo para que nadie se atreva a denunciar fraude en las elecciones de agosto. Esto anticipa que, para reproducirse en el poder a través de las urnas, este expediente está previsto.
En ese sentido, tanto el golpe como el documental fueron escrupulosamente diseñados por estrategas nacionales y extranjeros. Con o sin elecciones, pretenden quedarse en el poder.
*El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.