Editorial

Arce en campaña

La crisis que atraviesa Bolivia no es un accidente, ni una conspiración extranjera, ni un sabotaje interno: es el resultado directo del modelo agotado que Arce mismo diseñó y se niega a corregir.

Editorial | | 2025-04-28 07:12:31

Luis Arce ha entrado en campaña, pero no con propuestas, sino con la misma cantaleta de siempre: negación, victimización y cinismo. Desde que asumió el poder en 2020, su única estrategia ha sido buscar culpables: Jeanine Áñez, la pandemia, la guerra en Ucrania, la Asamblea Legislativa, la derecha, Evo Morales, los empresarios... todos, menos él y el modelo económico inviable que insiste en defender.

La crisis que atraviesa Bolivia no es un accidente, ni una conspiración extranjera, ni un sabotaje interno: es el resultado directo del modelo agotado que Arce mismo diseñó y se niega a corregir. Un modelo basado en el despilfarro de reservas, la dependencia de un gas que ya no tenemos y una industrialización fantasiosa que no existe más que en discursos.

Ahora, en pleno desplome económico, con un dólar disparado en el mercado paralelo y los precios básicos subiendo cada semana, Arce sale a decir que "la derecha" tiene un plan para afectar "el bolsillo" de los bolivianos. Según él, la culpa de que falten dólares no es de la incompetencia de su gobierno para garantizar divisas, ni de la corrupción de sus empresas estatales, sino de empresarios malvados que producen pollo, carne y aceite. Un disparate tan grotesco como indignante.

Más cínico aún es escuchar a Arce decir que "trabaja por el bienestar del pueblo" mientras la pobreza crece, el empleo informal se dispara y el costo de vida asfixia a las familias. Su receta para enfrentar esta catástrofe: más discursos, más excusas, más confrontación.

Con apenas un 1% de aprobación popular, Arce ya no tiene ninguna posibilidad real de ganar una elección limpia. Y lo sabe. Por eso no hay que engañarse: su campaña no es para convencer, sino para preparar el terreno para un fraude, al estilo venezolano, o incluso para un autogolpe, como el "zuñigazo" que intentó disfrazar hace poco, cuando el general Zúñiga reveló que el plan era aplicar un "fujimorazo" que cerrara el Congreso y perpetuara su poder.

Hoy Arce se pasea por el país siendo proclamado por multitudes de funcionarios públicos acarreados, mientras promete industrialización e inversiones que nunca llegan, mientras culpa a "la derecha" de todo, mientras insiste en que el neoliberalismo –ese fantasma que solo existe en sus discursos– es el enemigo a derrotar.

La realidad es otra. La gente en la calle sabe perfectamente quién es el verdadero responsable de la crisis. Saben que la plata se acabó, que las mentiras no alimentan, que el dólar sube porque no hay reservas, que el pan sube porque no hay productividad, que el gas ya no alcanza porque durante años se robaron todo en lugar de invertir.

Arce no solo es un presidente incapaz. Es también un farsante profesional, un negador patológico, un político dispuesto a cualquier aventura con tal de no soltar el poder. Su "campaña" es la confesión de su fracaso. Y su desesperación es el mayor peligro que enfrenta hoy Bolivia.

Arce no solo es un presidente incapaz. Es también un farsante profesional, un negador patológico, un político dispuesto a cualquier aventura con tal de no soltar el poder. Su "campaña" es la confesión de su fracaso. Y su desesperación es el mayor peligro que enfrenta hoy Bolivia.