Editorial

Tapar el sol con un dedo

A los bolivianos se nos habían borrado de la memoria las imágenes del jueves pasado: personas de todas las edades trepándose a camionetas particulares para poder movilizarse...

Editorial | | 2024-11-24 00:10:00

A los bolivianos se nos habían borrado de la memoria las imágenes del jueves pasado: personas de todas las edades trepándose a camionetas particulares para poder movilizarse. Aquellos que tuvieron la desdicha de vivir los oscuros días de la UDP sintieron escalofríos, pues la hiperinflación producida durante el gobierno de Hernán Siles Zuazo vino acompañada de caos, escasez, dificultades para trabajar y, por supuesto, un clima conflictivo que escaló hasta obligar a la renuncia del mandatario, cuya inoperancia también nos recuerda a Luis Arce.

Oponerse al incremento del pasaje de micros equivale a intentar tapar el sol con un dedo. Solo basta ir a cualquier mercado para darse cuenta de que uno o dos bolivianos no son nada. Hasta los productos más simples y esenciales han subido mucho más que eso. Lo que no se quiere, lógicamente, es que el aumento de las tarifas del transporte se convierta en la catapulta de una realidad dramática que todavía está solapada. Se trata de un dique totalmente fisurado que está a punto de estallar.

La inflación en Bolivia ha llegado a cifras nunca vistas en las últimas décadas, aunque todavía no son alarmantes. Esto no solo porque el gobierno ha sabido camuflar muy bien las estadísticas oficiales, sino también porque ha ejecutado a la perfección un modelo que ha puesto una camisa de fuerza a los precios mediante subsidios, controles, aislamiento económico, promoción del contrabando y todo tipo de economía ilegal y el mantenimiento del tipo de cambio, entre otras políticas.

El gobierno está tratando de frenar el precio del arroz sacando al mercado lo que le queda de sus reservas, y lo mismo hará con otros granos. Sin embargo, la harina de trigo ya se le acabó, y lo mismo pasará con todo lo que tiene en sus depósitos. Dentro de poco, la escasez se acentuará simplemente porque se sembrará menos, debido a la falta de diésel. En unos días comenzará a llegar al país combustible de libre importación, cuyo precio se calcula que será más del doble del “normal”.

La gente protestará y exigirá volver al esquema de los subsidios, pero la verdad es que el Estado ya no tiene dinero para seguir con ese juego. La única alternativa es continuar como hasta ahora: con filas interminables, con todo un país paralizado y con un combustible extremadamente caro, lo que ocasiona enormes pérdidas a la producción y al transporte y la interrupción de todas las actividades cotidianas.

Menos mal que algunas cosas ya las entiende el gobierno, como el hecho de que prohibir las exportaciones no ayudaría a bajar el precio de la carne, sino que acentuará el problema. Tal vez entienda en algún momento que, hoy, el Estado es el peor problema que tiene Bolivia y que, de continuar resistiéndose a tomar medidas urgentes, además de fracasar en su intento de tapar el sol, hundirá al país en una oscuridad absoluta.

El intento del gobierno boliviano de controlar precios con subsidios y restricciones está agotándose, agravando la escasez y la inflación. Las políticas ineficientes generan caos y paralizan el país. Urgen medidas estructurales, pero la inacción estatal amenaza con hundir a Bolivia en una crisis profunda, reflejo de un modelo insostenible.