Si bien es cierto que la sociedad actual, con su bombardeo ideológico nos insta a dejar de lado nuestra dimensión espiritual, existe también el hecho de que, entre personas que han vivido experiencias de acercamiento a Dios siguen manifestando estar o sintiéndose estancados en el crecimiento espiritual o “ascetismo”.
Por
eso he de hablar de algo que a pocos se les hace conocido, aunque ya desde la
Antigüedad era un tema del que se había hablado con propiedad y, de hecho,
asociado con la influencia demoníaca: la llamada “acedia, o pereza espiritual”.
La
acedia es un estado de desánimo y apatía que puede afectar la vida espiritual
de alguien. Tiene sus raíces en la tradición cristiana y ha sido reconocido en
la enseñanza de la Iglesia. A menudo se considera un pecado capital que impide
a los creyentes vivir plenamente su fe y cultivar su relación con Dios. Para
Tomás de Aquino: "La acedia es el dolor por el bien espiritual", es
decir, una tristeza o pereza del alma cuando reconoce su responsabilidad de ser
santa.
Históricamente
la acedia ha sido asociada con un demonio denominado "demonio del
mediodía" o "demonio de la acedia", así aparece en los escritos
de los Padres del Desierto, como Evagrio Póntico, y en estos escritos se
describe la acedia, no solo como un estado de pereza o tristeza, sino como una
fuerza espiritual maligna que ataca, especialmente al mediodía, induciendo en
los monjes un sentimiento de apatía, aburrimiento, inquietud y una falta de
motivación para sus deberes. espirituales.
En
la Tradición Cristiana, particularmente en los Primeros Siglos del Monaquismo,
se consideró que las tentaciones y las dificultades espirituales podían ser
instigadas por entidades demoníacas, por ello, la acedia, con su capacidad para
debilitar la fe y la práctica religiosa, fue personificada como un demonio
específico que buscaba desviar a las personas de su camino espiritual.
En
la actualidad, con los avances de la comprensión de la conducta humana, como la
psicología, por ejemplo, se entiende más como un estado interno. Aún así, no ha
dejado de ser considerada como una fuerza negativa que obstaculiza el
crecimiento espiritual. Se manifiesta como una falta de deseo por las cosas
espirituales, una pérdida de entusiasmo en o por la oración y en las prácticas
religiosas, junto con una incapacidad para encontrar la alegría en la vida
cristiana. Puede surgir por diversas razones, como la fatiga espiritual, la
rutina, o incluso situaciones difíciles que nos alejan de la fuente de nuestra
fortaleza, que es Dios.
Algunos
santos han hablado sobre la acedia y han propuesto formas de combatirla. San
Juan Casiano: "La acedia es una enfermedad del alma que la hace incapaz de
soportar el esfuerzo espiritual". Aquí hay algunas estrategias:
1.
Acudir a la oración y sacramentos: Mantener una vida de oración constante y
participar frecuentemente en la Eucaristía y la Confesión es fundamental.
2.
Lectura Espiritual: Leer la Biblia, los escritos de los Santos, o la literatura
espiritual puede ayudar a reavivar el interés y la conexión con Dios.
3.
Comunión con otros: Mantenerse conectado con otros creyentes y participar en la
comunidad de fe puede ofrecer apoyo y motivación.
4.
Reflexión y examen de conciencia: Hacer un examen personal para identificar las
raíces de la acedia y cómo se puede responder a ellas.
5.
Establecer rutinas: Mantener horarios y rutinas en la oración y las prácticas
de fe puede ayudar a luchar contra la pereza espiritual.
Como
dice San Pablo en Romanos 12, 11: "No sean perezosos en lo que requiere
diligencia; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor".
La psicología ha dejado ver que condiciones, como Déficit de Atención, han sido muchas veces confundidas y asociadas con acedia espiritual, y también ha hecho saber que hay formas de trabajar cada una de estas condiciones y/o trastornos, y con ello crecer en lo espiritual. Aún así, las pautas que han sido dadas ayudan a todos independientemente de su condición. Dios con nosotros.