Bolivia enfrenta el peor periodo de su turbulenta historia. Estamos en una encrucijada, y los bolivianos debemos escoger entre una gama de candidaturas mediocres personalizadas, producto de la crisis de liderazgo en todo el país. Hay diez binomios inscritos oficialmente por el Tribunal Supremo Electoral, con perfiles de candidatos a la presidencia, vicepresidencia, diputaciones y senadurías que, aunque no son excepcionales, sí se adaptan a las necesidades específicas de la mafia política.
En lugar de tener al candidato ideal, los partidos políticos se alquilaron o buscaron un perfil que, aunque no sea el mejor, cubra las necesidades del puesto y se ajuste a la cultura de la vieja política. Es la personalización del heredero político.
Esto ya no son unas elecciones; esto es una crisis. Y tenemos pocas opciones dentro de un abanico de malas opciones. El problema que enfrentamos es político, social y económico, y es extremadamente urgente resolverlo. En muchos de ellos, la sonrisa se ve falsa, y en algunos, todo es falso. No son ganadores; tú lo sientes, como yo, eso se percibe a leguas. Pero son los que se animaron, de manera improvisada, a presentarse en unas elecciones inciertas. Al menos en eso hay que reconocerles el valor. Muchos no tienen el mérito necesario para estar ahí, pero el poder del dinero lo puede todo. Es muy notoria la improvisación a la hora de elegir estos binomios, y eso también es preocupante.
La gran pregunta que todos nos hacemos, excepto unos cuantos que están optando por la silla presidencial, es: ¿por qué la mafia política prefiere candidatos mediocres en lugar de candidatos presidenciales altamente preparados?
Los aspectos clave de estas candidaturas mediocres personalizadas son los siguientes: se adaptan a las necesidades específicas de la mafia política, que lucha por su supervivencia. Esta se centró en encontrar perfiles que cumplan con los requisitos del cargo y se ajusten a la cultura de la vieja política. Muchos de ellos son funcionales al régimen. La mafia política no busca la excelencia, sino la adecuación. No se busca a la persona más brillante o a quien el país necesita en estos momentos, sino a quien mejor se adapte al puesto y al Estado Plurinacional. Hay dos mimados y consentidos por el régimen: Del Castillo y Andrónico Rodríguez (si logra ser habilitado).
Estas candidaturas mediocres personalizadas poseen mayor flexibilidad y capacidad de maniobra —y de traición en cualquier momento—, ya que no están limitadas por ideales éticos o morales. Todo lo contrario: se regocijan en la doble cara, la doble moral y el doble discurso, al mejor estilo del "Dos Caras" de la política boliviana, Manuel María Urcullu.
Los candidatos de oposición y del oficialismo están más interesados en pelear entre ellos que en compartir una visión de Estado. En lugar de combatir la crisis que está destruyendo al país, se pierden en disputas estériles. No se puede luchar contra la corrupción con manos de seda. Se requiere inteligencia y voluntad en su máxima expresión para obtener resultados. Necesitamos de los candidatos acciones, no palabras que se las lleva el viento.
Estuve hablando con mi familia y recordando cómo, en los años 80, 90 y 2000, la gente que se dedicaba a la política, muy preparada en diplomacia, solía tener algún talento especial que impactaba en la cultura política boliviana. Hoy, bajo el dominio del régimen del MAS, parece que la mediocridad se ha apoderado de todo. Como si, consciente o inconscientemente, la gente elevara a la categoría de celebridad o de dios sobrehumano a personajes mediocres como el exmandatario, incapaz de producir algo eficiente o inteligente. Como él mismo dice: “lo meten nomás”, sin medir las consecuencias. Su legado es estéril, es decir, nada duradero.
Imagino que esta mediocridad personalizada se debe a que estos candidatos y políticos tradicionales, sin ningún talento aparente, acaban siendo tan mediocres que permiten que más gente poco preparada para los asuntos de Estado sueñe con ser como ellos. Como si fueran ilusiones aspiracionales, muchos se lanzan a ser candidatos a diputados, senadores, vicepresidente o presidente del Estado Plurinacional. Construyen castillos de arena sostenidos por pensamientos mágicos poco realistas. Y hay una pequeña puerta para los desesperados, donde todo el mundo quiere ser autoridad pública y vivir como zánganos de la política, sin grandes esfuerzos ni talentos para la conducción del Estado, engañando a quien quiere ser engañado.
Es cierto que ha habido dinosaurios tradicionales, o gente simplemente guapa sin experiencia, que se hacía política por tradición familiar o por su riqueza. Pero incluso en esas personas había algo especial y memorable que las hacía icónicas. Luego llegó el instrumento político del MAS, que terminó por barrer con esos legados, imponiéndonos figuras poco preparadas, sin capacidad de negociación, obedientes al caudillo soberbio.
Estamos ante una crisis de corrupción institucional que se está convirtiendo en una súper corrupción nacional general. Tenemos candidatos sin bases, sin experiencia política, oportunistas que se quedarán inmóviles mientras el país se desmorona. O podemos elegir un candidato combatiente, con agallas y nuevas ideas, como la única opción para recuperar nuestro país de las garras del terrorismo de Estado y de la dictadura corrupta institucionalizada.