En un acto que destila miedo, autoritarismo y paranoia, el régimen de Nicolás Maduro ha decidido suspender todos los vuelos comerciales entre Venezuela y Colombia, una medida que afecta directamente a miles de pasajeros y que revela, una vez más, la naturaleza opresiva de una tiranía que siente temor hasta de su propia sombra.
La excusa, según la dictadura, es la supuesta
entrada de “mercenarios” disfrazados de turistas con intenciones de
desestabilizar el circo electoral del 25 de mayo.
Esta narrativa, tan burda como inverosímil, no es más que un pretexto para aislar aún más al pueblo venezolano, restringir libertades y perpetuar el control tiránico sobre una nación ya asfixiada por la crisis.
La suspensión de vuelos, vigente hasta el 26 de mayo, no solo carece de fundamento creíble, sino que ignora el impacto económico y emocional devastador que tiene sobre miles de ciudadanos.
Familias que dependen de estos vuelos para
reunirse, comerciantes que sostienen sus negocios a través del intercambio
binacional, y viajeros que buscan mejores condiciones de vida fuera de
Venezuela quedan ahora atrapados en un limbo creado por la arbitrariedad de un
régimen que prioriza su endeble supervivencia política sobre el bienestar de su
gente y sus vecinos.
Cientos de pasajeros, listos para abordar en
Colombia, fueron bajados de aviones sin explicaciones claras, en una muestra de
desprecio absoluto por sus derechos.
Esta medida no es un hecho aislado, sino parte
de una estrategia sistemática para sofocar cualquier atisbo de oposición o
conexión con el exterior.
Maduro, consciente de la paliza electoral que
sufrió el 28 de julio de 2024, cuando Edmundo González Urrutia apoyado por
María Corina Machado, se alzó como el verdadero ganador para la inmensa mayoría
de los venezolanos, teme que cualquier apertura, por mínima que sea, pueda
avivar las llamas de la resistencia y la rebeldía que lo saque del poder.
La suspensión de vuelos con Colombia, un país
con el que Venezuela comparte lazos históricos, culturales y económicos profundos,
es un intento desesperado de cerrar fronteras, aislar al país y evitar que la
verdad sobre su ilegitimidad se propague.
No olvidemos que esta no es la primera vez: en
enero de 2025, el régimen ya suspendió vuelos hacia Maiquetía ante el rumor de
la llegada de González Urrutia, un acto que fue descrito como “pánico en
Miraflores”.
El impacto económico y humano de esta absurda
y arbitraria medida es incalculable.
Los 15 vuelos semanales que conectan ambos
países son una arteria vital para el comercio y la movilidad.
La decisión de Maduro no solo paraliza a miles
de pasajeros, sino que golpea a las aerolíneas, los pequeños empresarios y las
familias que dependen de estas rutas.
Además, la falta de notificación previa al
gobierno colombiano, como denunció la Cancillería de Colombia, evidencia la
absoluta falta de respeto de la tiranía criminal de Maduro por las normas
diplomáticas y la cooperación internacional.
Este aislamiento deliberado recuerda los
peores momentos de regímenes totalitarios que, al sentirse acorralados, optan
como una medida desesperada por encerrar a su pueblo en una jaula.
La comunidad nacional e internacional debe
condenar este acto con la mayor contundencia.
La suspensión de vuelos no es una medida de
seguridad, como pretende vender la dictadura, sino un ataque directo a la
libertad de movimiento y un intento de silenciar el descontento popular ante
unas elecciones que los venezolanos efectivamente planean boicotear masiva y
pacíficamente el 25 de mayo.
El silencio de las calles y los aeropuertos
vacíos será, sin duda, una respuesta elocuente a un régimen que ya no tiene
pueblo, sino solo cómplices.
Maduro y sus secuaces deben entender que estas
maniobras no apagarán la voluntad de un pueblo que ya eligió su destino.
La suspensión de vuelos con Colombia es un
acto de cobardía, un grito de un régimen que sabe que su tiempo se agotó.
Mientras tanto, los venezolanos seguiremos resistiendo, con nuestra rebeldía
cívica y nuestra fe inquebrantable en un futuro libre de tiranía.
Que el mundo no mire para otro lado: Venezuela clama por justicia y cada arbitrariedad como esta es una razón más para no descansar hasta que la libertad regrese.