Editorial

Una elección sin futuro

Bolivia vive una de las peores crisis económicas, pero ningún candidato presidencial plantea una ruptura real con el modelo que nos trajo hasta aquí...

Editorial | | 2025-05-25 09:04:11

Bolivia vive una de las peores crisis económicas, pero ningún candidato presidencial plantea una ruptura real con el modelo que nos trajo hasta aquí. Nadie quiere desmontar el viejo país. Todo quieren maquillarlo para que parezca nuevo.

Esta es la verdadera tragedia boliviana: el fracaso no ha producido renovación, sino repetición. La crisis no generó conciencia de transformación, sino simulacro de cambio. Lo que vemos en la oferta electoral es una ceguera estructural y una cobardía política: todos quieren administrar los escombros del viejo modelo, ninguno se atreve a construir uno nuevo.

Bolivia arrastra desde su fundación una estructura heredada del orden colonial: centralismo, clientelismo, caudillismo, corporativismo, dependencia de materias primas. Ese modelo fracasó con la república liberal, fracasó con el nacionalismo revolucionario, fracasó con las dictaduras militares y fracasó con el “proceso de cambio” del MAS. Cada intento de cambio terminó reforzando el viejo orden con nuevos discursos.

Eso es lo que se sigue ofreciendo en esta elección. Todos los candidatos provienen del mismo tronco: políticos del occidente del país, formados en las lógicas del Estado como botín, del poder como reparto, de la economía como subordinada a la ideología. Ninguno plantea una transición hacia un modelo moderno, productivo, descentralizado, competitivo. Nadie dice con claridad que hay que destruir el viejo país para construir otro.

Mientras tanto, el único modelo que ha mostrado resultados concretos —el de Santa Cruz y parte del Oriente— sigue siendo ignorado o atacado. Una región que apostó por la agroindustria, la apertura al mundo, el mercado y la producción es tratada como anomalía o amenaza, cuando en realidad es la única esperanza funcional que tiene Bolivia de salir del estancamiento. Pero en el debate electoral no se discute cómo potenciar ese modelo, cómo expandirlo, cómo aprender de sus aciertos y corregir sus errores. Se lo margina.

No hay un solo candidato que diga lo evidente: que el Estado no puede seguir siendo el centro de la economía, que el extractivismo sin innovación nos condena al atraso, que el sistema de prebendas, sindicatos y subsidios es insostenible, que sin seguridad jurídica, propiedad privada y reglas claras no habrá inversión ni empleo. En vez de eso, se ofrecen versiones light del mismo guion: populismo con modales, estatismo con corbata, dirigismo sin pancartas.

Lo que está en juego en 2025 no es solo quién gana, sino si Bolivia se anima a dejar atrás el modelo autodestructivo que ha repetido durante 200 años. Y todo indica que no. Que la crisis, en vez de despertar un nuevo país, solo nos está devolviendo al viejo, pero más empobrecido, más endeudado, más vulnerable.

Este debería ser el momento para una ruptura histórica. Para decir: se acabó el centralismo, el rentismo, el clientelismo, la economía de papel. Vamos hacia un país que produce, que exporta, que premia el mérito, que construye una clase media desde el trabajo y no desde el subsidio. Pero nadie lo dice. La elección se está convirtiendo en una competencia por administrar el fracaso, no en una oportunidad para superarlo.

Lo que está en juego en 2025 no es solo quién gana, sino si Bolivia se anima a dejar atrás el modelo autodestructivo que ha repetido durante 200 años. Y todo indica que no. Que la crisis, en vez de despertar un nuevo país, solo nos está devolviendo al viejo, pero más empobrecido, más endeudado, más vulnerable.