Hay algo que el MAS ha hecho bien, como lo había prometido: destruirlo todo en Bolivia, supuestamente para construir un nuevo país.
Hay que admitir que, como destructor, el MAS es muy eficiente porque no ha dejado piedra sobre piedra desde que comenzó su tarea en 2006.
Ese año se mantenía el proyecto de exportar gas natural a Estados Unidos y México a través de algún puerto, de Perú o Chile, países que se disputaban el negocio con tanto ímpetu que un excanciller chileno llegó a ofrecer la venta de un puerto a Bolivia.
El empeño que el MAS puso para destruir ese negocio fue tan fuerte que no sólo lo descartó, sino que luego logró acabar con la condición de potencia gasífera que tenía el país.
Lo hizo sobreexplotando los campos productores hasta reventarlos y cuidando el detalle de no invertir ni un centavo en exploración, de tal modo que no queden reservas ni siquiera para el consumo interno.
Ahora se sabe que, como tiro de gracia, se adquirió de sobrecargar a la empresa YPFB con tal cantidad de empleados (unos 8.000) que le hizo imposible invertir en perforaciones o ridiculeces de esa industria.
Aquí se podría decir que el MAS, en la tarea de destruir, donde pone el ojo, pone la bala. Y mató la industria petrolera. Luego, en un gesto de sadismo, invirtió miles de millones en plantas procesadoras que iban a quedar inservibles cuando se acabaría la producción, como se observa ahora.
Lo mismo hizo con las 70 empresas estatales de otros rubros que encontraron. Las convirtieron en deficitarias en un santiamén.
Para el sector privado de la economía tenía un plan muy imaginativo. Aumentó la presión tributaria, para lo que creó comandos encargados de aplicar multas por todo y por nada y para el agro lanzó hordas de asaltantes de tierras.
En este último caso mostró su idea de construir algo nuevo, porque esas tierras asaltadas fueron dedicadas al cultivo de la coca. La idea es matar los cultivos de la economía legal y usar esa tierra para la “hoja sangrada”.
Los ríos de la región amazónica fueron entregados a miles de chinos con la intención de sellar una alianza geopolítica y, al mismo tiempo, desterrar a los pueblos indígenas de la zona usando el mercurio que envenena el agua, los peces y la tierra.
La idea es desterrar también a los mestizos dedicados a actividades legales para que se vayan del país y dejen el territorio sólo para las actividades ilegales.
Esta parte del plan se ha encontrado con la resistencia de los bolivianos que no quieren rendirse.
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