El MAS no necesita ganar elecciones: solo tiene que hacer que las elecciones parezcan ocurrir. El ejemplo más reciente lo da Venezuela, donde el chavismo, con Nicolás Maduro a la cabeza, se adjudica el 82,6% de los votos en unas recientes elecciones regionales vacías, sin oposición real, sin electores, pero llenas de miedo, represión y fraude. Más del 85% de los venezolanos no fue a votar. ¿Y qué hizo el régimen? Celebró su “victoria”. En Bolivia, el MAS se encuentra en su punto más bajo: sus candidatos no pasan del 3% en intención de voto, Evo Morales es repudiado y Luis Arce ha perdido toda legitimidad. Pero eso no será obstáculo para intentar una “reelección” al estilo venezolano: con opositores inhabilitados, medios controlados y votos fantasmas. Vienen tiempos oscuros si los bolivianos no abren los ojos. Si permitimos que se repita la farsa chavista, pronto veremos al MAS festejando un 80% ficticio, mientras la democracia muere entre aplausos grabados. No es exageración, es advertencia. Lo que pasa en Venezuela, mañana puede pasar aquí.