Las vigilias se instalaron frente a la base de Umopar en el municipio de Chimoré. Los sectores movilizados aseguran que permanecerán allí hasta obtener una respuesta positiva de las autoridades y exigen la liberación de los detenidos. Para el 6 de mayo de 2025, se reporta que los campesinos cocaleros iniciaron un bloqueo de caminos que interrumpió la carretera Cochabamba–Santa Cruz, específicamente en la localidad de Ivirgarzama. Luego, sectores afines al evismo tomaron Cochabamba, exigiendo la habilitación de Evo Morales como candidato presidencial. Desde entonces, se teme una nueva oleada de bloqueos a partir del 26 de febrero de 2025.
Seamos coherentes en este breve análisis: cuando se habla de un “gran reencuentro” con el objetivo de buscar la unidad para defender el llamado “Proceso de Cambio” –impulsado por un sector de los bolivianos– es importante recordar que muchos consideran que dicho proceso fue, en realidad, un rotundo fracaso. Un proyecto lleno de promesas incumplidas, que terminó beneficiando a unos pocos, con una corrupción galopante incrustada en el Estado boliviano, desde el gobierno de Morales hasta el de Arce, involucrando a familiares y allegados.
Cuando “Evo pueblo” habla del “gran reencuentro”, no busca conciliación con la mayoría boliviana. En realidad, exige que el Estado boliviano capitule, disfrazando sus intenciones con un lenguaje apenas velado. Al mismo tiempo, dirigentes sindicales campesinos han advertido que las elecciones presidenciales de agosto podrían no llevarse a cabo, reproduciendo una lógica de presión propia de grupos radicalizados con intenciones de tomar el poder por la fuerza.
Seguramente ya están en marcha conversaciones sobre cómo paralizar el país, afectando gravemente la economía nacional a través de bloqueos, control de poblaciones, incursiones a la sede de Gobierno, juicios populares y otras acciones que amenazan la seguridad nacional. Todo ello bajo una retórica ambigua que “Evo pueblo” emplea deliberadamente.
Este lenguaje aparentemente diplomático oculta una agenda mucho más preocupante, que poco tiene que ver con la unidad y mucho con la imposición violenta, abusiva y antidemocrática. Se entremezclan palabras como: “debemos dejar de lado las diferencias y construir una unidad firme para frenar la judicialización de la política, la criminalización de la protesta social y la corrupción que se ha vuelto intolerable”. Sin embargo, detrás de este discurso hay una táctica de manipulación: presentar demandas extremas, generar caos y consolidar poder en torno a una narrativa de victimización.
Cuando “Evo pueblo” insiste en el “gran reencuentro”, parece usar un lenguaje en clave para sus seguidores, que refuerza la idea de que su liderazgo sigue vigente, pese a haber quedado fuera de las elecciones tras el fracaso en registrar su candidatura.
“Evo pueblo” construye deliberadamente una narrativa en la que él es víctima de una persecución política orquestada por la derecha, el imperialismo y los “traidores arcistas”. En realidad, su llamado a un “reencuentro” incluye exigencias intransigentes y amenazas veladas: bloqueos, paros y sometimiento de la población al control sindical campesino de corte marxista-leninista-maoísta-túpac-katarista. Sus cuadros están preparados para actuar tanto en áreas rurales como urbanas, incluso con violencia.
Lo más cínico de esta retórica es que intenta presentar al movimiento cocalero sindical como víctima, cuando en realidad ha actuado como agresor, empleando métodos violentos, amenazando a la población y ejerciendo presión mediante cercos, bloqueos y amedrentamiento, incluso contra personas de la tercera edad. Todo esto ocurrió mientras insistían en una inscripción fallida al TSE, incumpliendo los requisitos legales que “Evo pueblo” no tenía ni tendrá.
Este llamado sirve a varios objetivos estratégicos en su juego de manipulación. Primero, genera confusión sobre quién es responsable de su inhabilitación, embarrando el debate público y esperando que la comunidad internacional olvide que existe una orden de aprehensión contra Morales, así como una causa penal abierta en Argentina por trata de personas (caso Fundación Apolo).
Segundo, establece condiciones imposibles para un diálogo verdadero, pero propicias para la violencia. Cuando “Evo pueblo” habla de unidad, en realidad exige que Bolivia se rinda ante las demandas de las organizaciones sindicales radicalizadas.
Tercero, busca ganar tiempo: enfrentar desafíos internos dentro de sus propias filas sindicales, reagrupar fuerzas, adoctrinar a sus bases y preparar nuevas ofensivas para paralizar el país, impedir las elecciones nacionales y volver al poder por la fuerza, encabezados por el “comandante Evo”.
/Roberto Rosso