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¡Arica está en el mar, pero Bolivia ya naufragó hace rato!

¡Arica está en el mar, pero Bolivia ya naufragó hace rato!
Alberto De Oliva Maya (Un boliviano en fila para gasolina) | Columnista
| 2025-06-04 00:04:00

Resulta que ahora, según los expertos iluminados de YPFB Transporte, en Bolivia no hay combustible no porque se hayan farreado la plata, ni porque la corrupción en la empresa estatal apesta más que un camión de gasolina derramada bajo el sol del trópico… ¡No, señor! El verdadero problema es que Arica está en mar abierto. Así es. Aparentemente, el océano se ha rebelado contra el pueblo boliviano y ha conspirado para que las cisternas no descarguen combustible.

¿Y cuál es la solución? Pues, según el razonamiento de estos genios, si hace viento, sol o salpica una ola, se suspende todo. ¡Qué culpa tenemos de operar en mar abierto, pues! ¡Maldita geografía!

El nivel de estupidez con el que intentan disfrazar el colapso del sistema energético del país ya raya en lo paranormal. Y, mientras tanto, el pueblo hace colas kilométricas por una miseria de gasolina. Filas que se han vuelto más constantes que los discursos de Evo sobre el imperio yanki.

¿La verdadera razón? Simple: se robaron la plata. La gastaron en campañas, en sobresueldos, en viajes de lujo, en chanchullos internos donde se reparten los contratos como si fueran empanadas y, claro, la mentada subvención ya no da ni para llenar un encendedor. Pero eso sí: ¡culpa del mar abierto!

Ahora bien, no se preocupen, que rendirán cuentas… claro, siempre y cuando el próximo presidente no sea uno de esos tibios que se hacen pis cuando escuchan la palabra “justicia” o que se les eriza el cuero pensando que podrían incomodar a sus nuevos socios de poder.

¿Justicia? En Bolivia hay más posibilidades de ver a un dinosaurio bailando saya en el Prado que de ver a un corrupto preso por el tema del combustible.

Una oposición que da más pena que coraje, y esa es la otra parte tragicómica del asunto. Porque, mientras el país se cae a pedazos, los principales binomios opositores se disputan la medalla de oro en “la olimpiada de las decepciones”.

Tuto, convencido de que su candidatura es lo que el país necesita, se lanza con un vice que, si bien tiene amor por los perros, no tiene ni idea de crisis ambiental ni económica. Pero eso sí: le sobra sex appeal digital. ¿Para qué un plan económico, si tenemos seguidores en Tik Tok?

Manfred, desde la comodidad de su trono cochabambino, escoge de vice a un concejal cruceño que cree que grabar corruptos es igual que saber gobernar. Claro, si con videos se soluciona todo, ¿para qué queremos leyes o instituciones?

Jaime Dunn, el fenómeno digital que aún no figura oficialmente, nos presenta como vice a un exitoso empresario migrante. Muy bien en su tierra adoptiva, pero en Bolivia, ni idea de cómo funciona la economía estatal ni cómo se escribe “reforma fiscal”. Eso sí, habla quechua, y eso ya lo hace más “originario” que los aimaras que llevan 20 años gobernando. ¡Un punto para la diversidad folclórica!

Samuel Doria Medina, que por primera vez parece haber acertado con su vice, el economista más preparado de todos los binomios. Lástima que el jefe siga creyendo que se puede ser socialista y capitalista al mismo tiempo.

O sea, ni chicha ni limonada. Ni Evo ni El Alto lo quieren, pero igual insiste.

Y entre todo este menú de despropósitos, aparece el gourmet de la traición: Jhonny Fernández, que no contento con ser el alcalde más bailador, ahora coquetea con Andrónico, el heredero del narcoevismo. Todo sea por un poquito más de poder, más impunidad y, por supuesto, más mordida del Estado. A estas alturas, la dignidad es una palabra en desuso en su diccionario.

Y cómo no hablar de encuestas: la ciencia oculta del siglo XXI donde las encuestadoras entran al circo. Un día ponen primero al último, al siguiente día desaparecen al favorito de las redes, y luego se justifican diciendo que no cuentan los “likes”, sino las muestras “profesionales”.

¿Muestras de qué? ¿Del showroom de alguna inmobiliaria corrupta del Chapare? En Bolivia, las encuestas son como las promesas de campaña: todos saben que son mentira, pero igual aplauden.

Lo cierto es que, mientras el pueblo se emputa, se desespera y ve cómo el país se le va como combustible por una manguera rota, los políticos se entretienen jugando al ajedrez electoral.

El problema es que todos juegan de peones, pero creen ser reyes. Pero eso sí: el maligno, esperando. Allá en la oscuridad, el viejo demonio masista sigue agazapado, esperando que todos se equivoquen. Sabe que el desorden, la falta de liderazgo y la desunión le allanan el camino.

Solo necesita que la oposición escoja mal su binomio, que se divida en siete frentes y que el pueblo, harto de tanto experimento, vuelva a votar por el “mal menor”, ese que ya conocemos tan bien.

¿Vamos por el camino correcto?, se pregunta la mayoría. Ni idea. Pero de lo que sí estamos seguros es que, si seguimos echándole la culpa al mar por la falta de gasolina, pronto no solo estaremos sin combustible, sino también sin país.

Porque una cosa es operar a mar abierto… y otra es vivir a cerebro cerrado.

Alberto De Oliva Maya (Un boliviano en fila para gasolina) | Columnista