El Gobierno de Luis Arce se ha convertido en un Estado víctima. Se queja, denuncia, acusa y protesta, pero no actúa. Frente a los bloqueos liderados por Evo Morales despliega un discurso lastimero, como si fuera un espectador más de la crisis. Sin embargo, cuando se trata de perseguir opositores, amedrentar productores o acallar voces críticas, ahí sí demuestra fuerza. Este doble estándar huele más a complicidad que a incapacidad. La omisión también mata: genera pérdidas millonarias, desabastecimiento, violencia e inestabilidad. Peor aún, pone en riesgo las elecciones, el único camino que queda para recuperar la democracia. Mientras Morales desata el caos, Arce se limita a advertir que no renunciará a su cargo. Pues que no renuncie, pero que al menos abandone la cobardía y, por una vez, ejerza el poder para proteger a los bolivianos. Como lo advirtió Cainco, el gobierno no puede seguir actuando como si fuera una víctima más. Es el responsable constitucional de garantizar orden y gobernabilidad. Ya es hora de que deje de hablar y empiece a gobernar. Basta de excusas.