La comunidad universitaria elige este lunes a las principales autoridades académicas de la universidad “Gabriel René Moreno”. El proceso electoral interno ha puesto de manifiesto (una vez más) la profunda crisis en la que se encuentra no sólo la universidad pública cruceña, sino también la educación superior boliviana. Mientras en las anteriores campañas se imponían las megafiestas, el pintado de uñas, las denuncias de tráfico de notas, compra-venta de tesis, acoso sexual, guerra sucia, etc., ahora abundó la parrilla, la patasca, los choripanes, y unos pocos amparos constitucionales por irregularidades en el proceso electoral.
Los cuatro frentes se acusaban de malos manejos y promesas incumplidas. Sin embargo, hubo muy poca oferta académica, menos algún megaproyecto de la universidad del futuro para Santa Cruz. Nuestra Superior Casa de Estudios ha tocado fondo, y han quedado al descubierto sus grandes debilidades; las autoridades salientes se encontraban atrapadas en sus propios intereses, con la complicidad de la mayoría de los dirigentes estudiantiles. Y como no se hace investigación ni se prioriza la formación y capacitación de los docentes, salvo honrosas excepciones, en la universidad pública reina y gobierna la mediocridad, la corrupción y el prebendalismo. Los planes de estudios y el escalafón docente, en su mayoría lucen obsoletos y alejados de la realidad; hay muy poca diferencia entre el valor del título de un licenciado, un master y un doctor.
El viejo modelo del co-gobierno, docente estudiantil y sus paradigmas (vigente desde la reforma universitaria de Córdova, junio 1918, donde el principal actor de la reforma universitaria fueron los estudiantes), parece no sólo haberse agotado sino constituido en uno de los problemas centrales que hay que afrontar y cambiar de una vez. Como ha venido pasando desde que el candidato tiene que pedir el voto a los docentes y a los estudiantes ―como compromiso (negativo) que tendría que honrar cuando sea elegido―, comienzan los problemas y la universidad termina convertida en un feudo de pequeños grupos decididos a todo, menos a buscar una educación de calidad.
Es hora de repensar las reglas del juego para la designación de las principales autoridades, la arquitectura institucional interna, la academia, los programas de postgrados, reasignación presupuestaria, entre otros. El decano debe ser elegido por cuatro años (sin derecho a reelección alguna), y debe mantenerse en el cargo mientras haga una buena gestión, entre los profesores más antiguos, con el mejor currículum académico y debería ser libre de designar a su equipo de apoyo.
El Rector y Vicerrector o Vicerrectores deberían salir de entre los decanos (tipo cónclave papal o autoridades interinas), previa evaluación de sus méritos académicos, que supone tener la antigüedad y, fundamentalmente, tener título de doctor, una copiosa producción intelectual, entre libros publicados, trabajos de investigación, aporte científico, etc. Si de verdad se quiere hacer ciencia (la universidad debe ser y ha sido el laboratorio de las pequeñas y grandes ideas regionales), a la cabeza de la universidad tiene que estar solo cuatro años, el mejor académico, rodeado de un excelente equipo técnico, que se encargue de la gestión académica, política y administrativa y de rendir cuentas del dinero público que administra.
El mundo globalizado exige nuevos paradigmas que solo los pueden encarnar hombres visionarios, innovadores, que tengan vocación académica (y no de otra cosa), decididos a honrar de verdad a don Gabriel René Moreno y la mayor parte de su legado. Uno de los mayores desafíos de las autoridades electas, será buscar ascender a la universidad y que figure entre las 1.000 instituciones académicas de educación superior, más importantes del mundo.
En fin, la universidad pública no solo debe “ser” sino también debe “parecer” una Superior Casa de Estudios, donde no sólo se forme a los profesionales y se les otorgue un título y las herramientas para enfrentar la realidad, sino además se genere y se produzca el conocimiento científico. Los peores enemigos de los pueblos son la ignorancia, la mediocridad, la ley del menor esfuerzo, etc.
*Profesor universitario