Bisturí

El ciego que no sabe que es ciego

El ciego que no sabe que es ciego
Franklin E. Alcaraz Del C. | Periodista columnista
| 2025-06-11 00:42:00

Entre mis memorias de infancia, todavía recuerdo la presencia de mi madre (QEPD), cuando una noche, fría, lluviosa, a la luz de una vela (¡corte de luz!), envuelta su silueta en la luz intermitente de los relámpagos que se filtraba por la ventana y dibujaba el perfil de su rostro como el de una escena cinematográfica, nos relataba, a mi hermano y a mí, un cuento como el título de esta columna.

Decía el cuento que había un pueblo donde nació el hijo del alcalde. Todo parecía normal. La familia feliz, celebraba el acontecimiento; pero al poco tiempo, el médico les dio una infausta noticia: el niño había nacido ciego, apenas podía advertir alguna luz y sombras, nada más.

A fin de proporcionar al niño una existencia más o menos llevadera, la madre y el padre se pusieron de acuerdo en tratar a su hijo de la manera más “natural” posible, así le inculcaron la creencia de que todos eran como él, que todos solo podían “ver” alguna luz y algunas sombras móviles, tal como el las veía. Y así creció el niño, pensando que el mundo era tal cual le habían descrito sus padres y los que le rodeaban.

Ante las preguntas de mi hermano y mías, mi madre, con la sonrisa traviesa que siempre tenía cuando iba a mostrar una sorpresa, nos dijo: “¿Creció el niño engañado? Claro que sí” respondió ella misma “…y esta es la moraleja”, añadió. “Sucede que, en el mundo, muchas veces, la gente se forma (o la forman) de una manera, que vive todo el tiempo en una realidad que no es tal; y por eso…”, decía mi madre, “…para no vivir engañados toda la vida, es necesario educarse, estudiar mucho y pensar bien. Hay que analizar los hechos y adaptarse al mundo, porque el mundo no puede adaptarse a uno”.

Bueno, la moraleja fue mucho, muchísimo mas larga y la conversación se alargó más de lo que ella misma pensó que duraría. La verdad es que esa moraleja se extendió a toda mi existencia, tanto que, en nuestros días, veo en el mundo mucha gente, de muchos países, que viven engañados. Los ejemplos extremos los encuentro, por ejemplo, en el movimiento “woke”, en el que aparece un hombre que se cree árbol (las malas lenguas andan diciendo que busca un perro para hacerse orinar y confirmar de ese modo que es realmente un árbol), y varios otros que creen ser perros… en fin.

Otro movimiento (LGBT) donde alguno de sus integrantes nace con cromosomas XX, otros con XY… y después quieren cambiarlos… bueno allá ellos, hay que respetarlos, aunque no sea posible verlos como ellos(as) quieren. Y hay otros movimientos de los que no vale la pena ocuparnos, por varias razones.

Pero hay otros que, por sus creencias equivocadas de nacimiento, o impuestas por sus progenitores, tal como el ciego que no sabía que era ciego, adoptan una ideología y quieren, además, imponerla a rajatabla. En este caso, el ejemplo extremo es el socialismo/comunismo imbuido por Carlos Marx, el hombre que nunca trabajó e hizo creer a los que quisieran, que su propuesta era la mejor y que el mundo debía ver la vida a través de ella. Lo que jamás supo Carlos Marx, fue que su doctrina haría muchísimo daño al mundo, excepto a quienes la promovían, porque ellos sí salen beneficiados.

En nuestro país, donde esta “ideología” se transformó en un movimiento de “izquierda” permanente después de la guerra del Chaco (salvo algunas tímidas cortísimas etapas, históricamente hablando), terminó señalando el destino empobrecido de nuestra nación, que permanece hasta nuestros días, sin esperanza de cambio. Es tanto el adoctrinamiento que literalmente sufrimos, que nadie, repito, nadie, se atreve a decir que es de “derecha” o que es “capitalista”. Sufrimos un lavado de cerebro que atravesó generaciones para dejarnos convencidos que ser rico es un delito (hablo de los ricos bien habidos), que el empresario, por definición, es explotador y que la empresa privada no debía existir. Los políticos, aquellos que no comulgan con el socialismo, apenas se atreven a divulgar que son de “centro izquierda”, ni siquiera mencionan “centro derecha”

Por todo ello, “ser de izquierda “acabó por ser un paradigma muy arraigado; y también por eso, va a ser muy difícil romper ese paradigma y si a todo eso le añadimos la corrupción que se generalizó en todos los estratos sociales de nuestro pobre país; el narcotráfico, tan extendido dentro y fuera de nuestras fronteras, su infiltración en las instituciones (si queda alguna); el contrabando, los bloqueos que van de la mano con el vandalismo y, lo que es peor, el irrespeto casi absoluto por la ley y el orden; la salud y la educación por los suelos, la ignorancia de la que hacen gala los que gobiernan, un cocalero que defendió la coca en lugar de defender el país, acusado de terrorismo, pederastia, un cáncer que no conoce la vergüenza, peor la moral, ni qué decir de la ética…hacen de nuestra Bolivia un país sumamente difícil de ordenar.

Es que, aquellos que se empecinan en sacar provecho del país y del prójimo, con un modelo a todas luces inútil y ruin … no saben que son ciegos.

Franklin E. Alcaraz Del C. | Periodista columnista