Editorial

Con Evo no habrá elecciones

Sus seguidores repiten hasta el cansancio: “sin Evo no habrá elecciones”. Pero la verdad es justamente la contraria. Mientras el cocalero siga suelto y operando con total impunidad...

Editorial | | 2025-06-12 01:35:37

Sus seguidores repiten hasta el cansancio: “sin Evo no habrá elecciones”. Pero la verdad es justamente la contraria. Mientras el cocalero siga suelto y operando con total impunidad, nada está garantizado en Bolivia. Ni siquiera lo más básico: la comida. Su objetivo es claro y brutal: cercar las ciudades, doblegarlas por hambre y ganar por agotamiento. Y no va a descansar hasta conseguirlo.

Aunque se convoquen diez cumbres políticas, aunque el gobierno insista en que el proceso electoral está “blindado”, que el Tribunal Supremo Electoral tiene el control, que los organismos internacionales observan y que los partidos confían en las garantías democráticas, la realidad es otra: no hay garantías. Todo depende de un solo hombre. Evo Morales.

Con orden de aprehensión activa y múltiples procesos judiciales en curso, Morales sigue manejando Bolivia como si fuera su propiedad personal. Desde el Chapare —territorio que no respeta ni la ley ni al Estado— mantiene al país paralizado, generando desabastecimiento, incertidumbre y miedo. No es la primera vez. En octubre del año pasado, bloqueó Bolivia durante 24 días sin pagar ningún costo. Ni él ni sus secuaces.

Mientras Morales continúe libre y con capacidad de movilización, Bolivia no tendrá paz, certeza ni democracia. Puede bloquear por 10, 24 o 50 días. Puede inmovilizar al país cuando se le antoje, porque el Estado se lo permite por cobardía o complicidad. Todos lo saben: desde el más alto funcionario hasta el ciudadano que hace fila por gasolina o busca pan en mercados vacíos. Dependemos de Evo hasta para comer, cargar combustible o sembrar nuestras tierras.

Y lo más grave: Morales no necesita estar en la papeleta para sabotear las elecciones, como ya lo hizo en 2019. Le basta con amenazar, bloquear, sembrar miedo e incluso cometer actos que bordean el terrorismo, sin temor a las consecuencias. El verdadero problema no es él. Es un gobierno que no se atreve a hacer lo que debe, que ha preferido negociar con su verdugo antes que proteger a los bolivianos.

Evo Morales no es un político más. Es el dueño de facto del país. Decide cuándo se bloquea, cuándo se negocia y cuándo se levanta la presión. Mientras él siga suelto, Bolivia seguirá atada. Vivimos bajo su sombra, no bajo un verdadero Estado de derecho.

Si de verdad se quiere hablar de elecciones, primero hay que hablar de justicia. De autoridad. De Estado. De frenar el chantaje de quien se cree intocable. Porque hasta que no se haga lo que corresponde con Evo Morales, la democracia seguirá secuestrada y los bolivianos seguiremos siendo rehenes de su ambición sin límites.

Como se dice vulgarmente: ¿pato o gallareta? El gobierno tiene que decidir si va a gobernar o a seguir entregado. El tiempo se agota. Y Evo ya decidió lo que va a hacer. Lo que falta saber es si Bolivia, finalmente, se animará a decidir por sí misma.