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La apuesta del Gobierno

La apuesta del Gobierno
Carlos Guevara Rodríguez | Columnista
| 2025-06-13 00:26:00

El MAS ganó la lotería y arruinó el país. El MAS, como partido político, se benefició del ciclo alcista de materias primas más grande de la historia de Bolivia, así como del descubrimiento de grandes reservas de gas, fruto principalmente de las políticas de inversión del gobierno de Sánchez de Lozada, permitiéndole mantenerse en el poder por 19 años. En cambio, al final de esos 19 años, el país se encuentra en una pésima situación económica que además tiende a empeorar. ¿Qué pasó?

Digamos que una persona gana una lotería que le paga anualmente, durante diez años, un ingreso mucho mayor al que tenía antes. Como resultado, su familia aumenta su consumo proporcionalmente pero aun así no logra gastarlo todo y ahorra una parte significativa del mismo.

Cuando llega el undécimo año ya no tiene el ingreso de la lotería, pero se ha acostumbrado a un nivel de consumo mayor al que tenía antes de ganarla. Para mantenerlo recurre a sus ahorros hasta que estos se acaban. ¿Resultado? Un doloroso ajuste a un menor nivel de consumo al que se había acostumbrado mientras tenia los ingresos de la lotería y le duraban los ahorros del mismo.

Todo lo cual nos lleva a la política económica del MAS. Su visión es estatista, vale decir, que el Gobierno es el principal actor de la economía relegando a un segundo plano a la empresa privada, no cree en el mercado como sistema regulador de la economía, no cree en las exportaciones como un eje fundamental para el crecimiento y más bien prioriza la producción para el consumo interno. Un aspecto central a esta visión es la famosa industrialización, y dentro de la misma la sustitución de importaciones a través de la creación de empresas estatales.

La apuesta del Gobierno consistía en que la inversión pública, y en particular la inversión en empresas estatales, daría lugar a un crecimiento alto y sostenido de la economía, de modo de poder generar un excedente para distribuir a la población mediante subsidios, una mayor capacidad de endeudamiento, una disminución de la dependencia de la exportación de materias primas, una mayor capacidad de mantener la paridad cambiaria con el dólar y una inflación baja. Nada de eso se ha dado, más bien ha sucedido lo contrario.

El Gobierno creía que su modelo económico de industrialización y sustitución de importaciones iba a dar los frutos esperados a lo largo de su periodo de mandato. Por eso su obsesión con la inversión en empresas estatales, aun a pesar de que consumía divisas que se necesitaban con urgencia para importar combustibles y pagar la deuda externa. Esa inversión improductiva dilapidó enormes cantidades de recursos, pues la mayor parte de ella requería de divisas que el país difícilmente podía darse el lujo de malgastar.

Esa ceguera alargó, y sigue alargando, el padecimiento de la gente. “Si esperamos un poco más de tiempo”, se decían a sí mismos, “nuestro modelo rendirá los frutos esperados”. Podían haber esperado hasta el fin del mundo, pero lo único que hubieran logrado es empobrecer más al país.

La ceguera ideológica del MAS es tal que intentó con este Gobierno –cuando las condiciones económicas eran mucho menos favorables, cuando tenía muchos menos recursos– lo mismo que intentó hacer en las gestiones de Evo Morales, cuando tampoco obtuvo los resultados esperados. Esa realidad era ocultada por los ingentes ingresos de exportación de materia prima, especialmente de gas, cuando estas alcanzaron precios nunca antes vistos.

Durante sus primeros casi 14 años de gobierno el MAS puso en práctica el mismo modelo estatista; después de todo, el autor intelectual del modelo era el mismísimo Arce. Si su modelo hubiera tenido asidero en la realidad, Bolivia no se encontraría en la situación desesperada en la que se encuentra al presente.

Es absurdo pensar que un país como Bolivia, que importa la gran mayor parte de productos de consumo con valor agregado significativo, así como gran parte de los productos sin valor agregado –como por ejemplo muchos alimentos y casi todos, por no decir todos, los bienes de capital–, pueda sustituir semejante dependencia con producción local.

A pesar de tener mercados internos gigantescos, incomparablemente más grandes que Bolivia, países como Japón o China han priorizado el crecimiento a través de la exportación, ni qué decir de otros países del este asiático con mercados mucho más pequeños, como Corea o Singapur, que también, y con mayor razón, han priorizado las exportaciones como uno de los principales motores de su crecimiento extraordinario.

En cambio, en comparación, Latinoamérica, incluida Bolivia por supuesto, ha quedado relegada en crecimiento económico, y van de tumbo en tumbo entre crisis de balanza de pagos y déficits fiscales que no se pueden financiar sino con emisión monetaria, episodios inflacionarios agudos o aun hiperinflaciones, recesiones y ajustes traumáticos de la economía que suponen años o décadas perdidas.

Carlos Guevara Rodríguez | Columnista