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Louise Bourgeois nació en París, en 1911, en una casa donde los tapices colgaban como telones de secretos familiares. Desde niña convivió con la infidelidad del padre y la fragilidad de una madre enferma. Restauraba telas, pero también recogía las grietas de su infancia. Aprendió que el arte podía ser aguja, que la memoria podía hilarse, que la herida también podía bordarse.
Cuando emigró a Nueva York en 1938, cambió de ciudad pero no de sombra. En América no buscó belleza, sino verdad. Sus esculturas eran confesiones en bronce, madera o acero. No pretendía agradar. Esculpía como quien extrae algo atascado en el pecho. Su obra exploró el miedo, el deseo, la carne, la madre y el exilio íntimo.
La pieza más famosa de Bourgeois, Maman, representa a una araña gigantesca, a la vez protectora y amenazante. Es su madre tejida en acero: firme, trabajadora, silenciosa. Para ella, tejer era un acto de amor y fidelidad. Así entendía también el arte: como un tejido donde la fragilidad se convierte en estructura.
Pero no fue solo Maman. Sus Cells —habitaciones pequeñas llenas de objetos, camas vacías y puertas entreabiertas— son cápsulas de memoria atrapadas en el tiempo. En ellas, Louise encerró angustias, despedidas y preguntas sin resolver. No hay gritos, solo el susurro persistente del pasado.
Trabajó hasta el final, con las manos temblorosas pero la mirada firme. Louise Bourgeois murió en 2010, en Nueva York, víctima de un infarto cardíaco. Su corazón, luego de casi un siglo latiendo con intensidad, finalmente se detuvo. Y en su muerte hay también una advertencia: el arte puede sanar, pero el cuerpo también necesita ser escuchado.
El infarto cardíaco es una de las principales causas de muerte en el mundo. Se produce cuando el flujo sanguíneo al corazón se bloquea, generalmente por un coágulo sobre una arteria tapada por grasa. El músculo cardíaco, privado de oxígeno, empieza a morir. Lo peligroso es que los síntomas muchas veces se confunden o son silenciosos.
En las mujeres y en adultos mayores, el infarto no siempre se manifiesta como un dolor fuerte en el pecho. Puede sentirse como fatiga, náuseas, mareo, sudor frío o ansiedad inexplicable. A veces es solo una molestia leve, parecida a la indigestión. Por eso es vital no minimizar los signos, ni postergar la consulta médica.
Louise cuidó su alma a través del arte. Nosotros debemos aprender a cuidar el cuerpo con gestos sencillos: una alimentación equilibrada, actividad física regular, descanso suficiente y gestión del estrés. El corazón no se rompe solo por la edad, también por lo que callamos, lo que posponemos, lo que acumulamos.
La vida de Bourgeois es una invitación a mirar hacia adentro. Nos recuerda que el dolor puede transformarse en creación, pero que también debemos cuidar el órgano que sostiene la emoción y la memoria. Escuchar al corazón —literal y simbólicamente— puede salvarnos. Porque vivir no es solo producir o crear. Vivir también es cuidar el latido que lo hace posible.