Allá lejos, donde la cordillera de los andes ya se dividió en el norte, en plena llanura inhóspita, donde el sol tuesta las piedras de día y donde el frío de la noche se infiltra en el viento polvoriento de la puna, se halla el ambiente ideal para un pueblo que no está ni en el mapa. Mi compadre aymarista me aclara: “Iruni, en aymara, es una persona que lleva cosas” me dice “un cargador”, le aclaro, “eso” me responde.
Y digo, si ese pueblo, no es un pueblo, sino un asentamiento deliberado, y que por eso no aparece en el mapa, uno podría colegir por qué no está en el mapa. No es lo que dice Adriana Gutiérrez Ampuero, una periodista investigadora que se embarcó en la tarea, casi tenebrosa, de documentar la existencia de este “pueblo”, traducido después en una crónica que nos sirve para esta nota (http://www.revistarascacielos.com/2025/0614/11350/).
Iruni llama la atención precisamente porque no existe…en el mapa, como no existen los asentamientos narcos que se establecen en las otras llanuras del país multipluri, en la tropicales digo. Y aunque Iruni fue “descubierto” en 2013, en pleno reinado, disculpas, en plena presidencia de Evo Morales, nadie le dio importancia ni se dio por aludido, a pesar de la importancia del descubrimiento.
Iruni estaba (“¿sigue estando está?” dice mi compadre jumechi) a 250 kilómetros de la ciudad de Oruro, en el municipio de Turco de la provincia Sajama. “Muy cerca de la localidad de Sabaya, frontera con Pisiga” dice Adriana Gutiérrez.
Le llamó la atención que, en la población de Huachacalla, un poblado relativamente “grande”, el último, antes de llegar a Iruni, contaba con un cuartel. Los militares no sabían dónde quedaba Iruni (“¡…y cuidan la frontera!”, dice mi compadre), las casas eran de adobe, pero todas tenían garajes y en ellos, autos sin placa y todos con el volante a la derecha. Eran claramente, autos de contrabando.
En el camino de ida, se cruzaron varias veces con “chuteros”, ya que por esta vía no pasan por Challapata, y así, burlan el control aduanero.
A medida que se acercaba al pueblo, los pocos pobladores que pudo contactar para preguntarles dónde se encontraba Iruni, se persignaban y la miraban con ojos de espanto. No faltaron las almas caritativas que le aconsejaron desistir y suspender su viaje. Sabían, aunque no lo decían, que era “tierra de narcos”. Tierra o zona peligrosa, donde una década antes, había desaparecido el teniente Samuel Encinas, del COA, cuando cumplía apenas su primer día de trabajo.
A raíz de su desaparición se atrevieron a enviar una patrulla investigadora que descubrió que, de las 28 edificaciones existentes en el pueblo, 26 se dedicaban a la elaboración de cocaína… Además, según una informante de la zona, (le dijo a la periodista Adriana Gutiérrez), todos los pobladores de la zona eran (¿tambien?) contrabandistas.
Iruni es un poblado que “nadie conoce” o quizás, todos los que sabemos, lo conocen y como no está en los mapas, es difícil de ubicarlo. Sin embargo, se encuentra cerca de la frontera con Chile. Está en la cima de una colina, que tiene una vista panorámica excelente y de donde se puede ver, más allá de la frontera, parte del territorio chileno y boliviano. Por eso cuando se produjo el operativo el año 2013, aunque se descubrieron los laboratorios de cocaína, no se pudo apresar a nadie. Todos los narcos tuvieron tiempo de escapar.
¿Siguen los narcos en Iruni? ¡Nadie sabe! O tal vez todos saben, finalmente, como no está en el mapa, Iruni, el narcopueblo, es un pueblo que no existe…