Santa Cruz,
Lunes 30 de Junio de 2025, 19:13
Venta 6,96 Compra 6.86
Comprometidos con la verdad
    PortadaOpiniónPolíticaEconomíaPaísSanta CruzInternacionalTecnologíaDeportesCultura & EspectáculosAvisos
Santa Cruz,
Lunes 30 de Junio de 2025, 19:13
Santa Cruz,
Lunes 30 de Junio de 2025, 19:13
    PortadaOpiniónPolíticaEconomíaPaísSanta CruzInternacionalTecnologíaDeportesCultura & EspectáculosAvisos
Diario Impreso Canal whatsapp

mail: publicidad@eldia.com.bo

Telf. Piloto: (+591 3) 3434040

WhatsApp Comercial y Publicidad: (+591) 65060732

Telf. Comercial y Publicidad: (+591 3) 3434781

Telf. Redacción: (+591 3) 3434041


® 2024 Todos los derechos reservados Edadsa S.A | Central, Km7 Av. Cristo Redentor "El Remanso"

Anna Freud: el yo que resistió en el cuerpo y el silencio

Una vida entre la introspección, el psicoanálisis y el cuidado: la historia de Anna Freud entrelaza genialidad y fragilidad, y ofrece lecciones esenciales sobre salud, dignidad y acompañamiento frente a las secuelas neurológicas.

| Aníbal Romero Sandoval - Médico | 2025-06-29 19:45:03

Anna Freud nació en Viena el 3 de diciembre de 1895, como la menor de los hijos de Sigmund Freud. Desde niña fue distinta: introspectiva, sensible, afectada por una salud frágil. Mientras sus hermanos mayores tomaban distancia del padre célebre, Anna eligió otro camino: estar a su lado, acompañarlo en sus últimos años y seguir sus pasos en el complejo universo del psicoanálisis.

Fue mucho más que la hija de Freud. A lo largo de su vida, desempeñó el papel de discípula, secretaria, confidente, enfermera y heredera intelectual. Pero no repitió pasivamente el pensamiento paterno: lo enriqueció y lo transformó. Su obra inauguró una nueva forma de mirar la mente infantil, y con ella, una nueva manera de curar.

Anna Freud revolucionó el psicoanálisis al enfocar su atención en la infancia. Fundadora del psicoanálisis infantil, entendió que los niños no son adultos pequeños: tienen su propio lenguaje emocional, su manera particular de sufrir y defenderse. En su obra El yo y los mecanismos de defensa (1936), describió cómo los seres humanos -especialmente los niños- desarrollan recursos psíquicos para protegerse del dolor y adaptarse a la vida.

La combinación entre vocación clínica y sensibilidad humana la llevó a actuar en tiempos de crisis. Durante la Segunda Guerra Mundial, ya exiliada en Londres, trabajó con niños afectados por los bombardeos. Fundó el Hampstead Child Therapy Clinic, que luego se convertiría en el Anna Freud Centre, institución que aún forma terapeutas y acompaña procesos psicológicos en la infancia.

Pero su historia también guarda lecciones para el campo de la salud desde otro ángulo: el del cuerpo vulnerable. A los 85 años, en 1980, Anna Freud sufrió un accidente cerebrovascular. Las secuelas fueron severas. Perdió la capacidad de hablar con fluidez (afasia) y sufrió apraxia, que afectó su habilidad para ejecutar movimientos simples. Para una mente acostumbrada al lenguaje como vía de comprensión, esta fue una herida profunda.

Este giro vital nos permite abordar el otro lado del legado de Anna Freud: cómo cuidar con amor cuando el lenguaje se apaga. En la vida cotidiana, muchas familias enfrentan realidades similares tras un ACV. De pronto, alguien que era fuerte e independiente se vuelve dependiente. Hablar, vestirse, moverse… todo cambia. Y el amor debe reinventarse.

Cuidar no es solo asistir; es acompañar sin invadir, es respetar la dignidad del otro incluso en su fragilidad. La experiencia de Anna Freud, cuya mente quedó atrapada en un cuerpo que ya no respondía, nos recuerda que la esencia de una persona no desaparece con sus capacidades. Está ahí, en los gestos, en las miradas, en lo que aún puede compartirse, aunque sea en silencio.

Las familias y cuidadores se convierten en intérpretes del alma. Hablan por el otro, sienten por el otro, protegen al otro. Y también necesitan apoyo. Cuidar no es tarea menor: implica entrega, pero también el derecho a descansar, pedir ayuda y preservar la propia salud mental.

La última etapa de Anna Freud nos invita a reflexionar sobre el vínculo entre salud neurológica, comunicación y dignidad. Ella, que dedicó su vida a escuchar a los niños, terminó su existencia sin poder hablar. Pero quienes la rodeaban aseguran que su serenidad persistió hasta el final. Murió el 9 de octubre de 1982, en Londres.

Hoy, su figura permanece viva no solo por su obra clínica, sino también por su ejemplo humano. Anna Freud enseñó a escuchar el yo infantil, pero también nos deja una lección silenciosa y poderosa: aun cuando el cuerpo falla y las palabras se apagan, la dignidad no se pierde. Hay un lenguaje más profundo que sobrevive: el del amor, el del cuidado, el de la presencia.

Más información
Anna Freud: el yo que resistió en el cuerpo y el silencio

Anna Freud: el yo que resistió en el cuerpo y el silencio

Anna Freud: donde el lenguaje calla, el alma insiste

Anna Freud: donde el lenguaje calla, el alma insiste

La nueva esperanza: venciendo la diabetes tipo 1 con solo una inyección

La nueva esperanza: venciendo la diabetes tipo 1 con solo una inyección