Editorial

Lo que los latinos no tenemos

Cada vez que un líder latinoamericano se refiere a la migración repite la misma cantaleta: “Nuestros paisanos son los que sostienen la economía de Estados Unidos”.

Editorial | | 2025-06-30 00:10:00

Cada vez que un líder latinoamericano se refiere a la migración repite la misma cantaleta: “Nuestros paisanos son los que sostienen la economía de Estados Unidos”. Esta vez fue Claudia Sheinbaum, a propósito de las protestas en contra de la férrea política de deportaciones de Donald Trump. La narrativa que expresan es cómoda, populista y emocionalmente eficaz. Pero es falsa, o al menos, profundamente incompleta.

Los inmigrantes latinos son trabajadores, sí. Muchos son ejemplos de lucha y sacrificio. Pero su rol es de engranaje, no de diseño. Ayudan a mover la máquina, pero no la construyeron. La máquina ya estaba diseñada para funcionar. Y eso marca la diferencia.

Estados Unidos no es la potencia que es porque millones de latinos trabajan allá. De ser así, México, El Salvador o Guatemala serían economías desarrolladas, con PIB per cápita de primer mundo y universidades que lideran los rankings globales. Pero no lo son. ¿Por qué? Porque lo que realmente sostiene a Estados Unidos es lo que los latinos no tenemos: instituciones sólidas, cultura de la legalidad, una ética del mérito y de la excelencia, y un sistema que premia la innovación más que la obediencia.

La economía estadounidense no se construyó únicamente con brazos, sino con ideas. Silicon Valley, Wall Street, el MIT, la NASA o las grandes farmacéuticas no son fruto de la migración obrera, sino de un ecosistema que protege la propiedad intelectual, fomenta la competencia, financia el riesgo y premia al que rompe el molde. A diferencia de América Latina, donde el que sobresale suele ser castigado o perseguido, en Estados Unidos se le aplaude y se le financia.

Es cierto que los inmigrantes latinos, especialmente mexicanos, son una parte fundamental del engranaje económico estadounidense, en sectores como la construcción, la agricultura, los servicios y la manufactura. Pero hay que entender que sostener una economía no es lo mismo que diseñarla, liderarla o reinventarla. Los migrantes aportan trabajo, esfuerzo y productividad. Pero no son ellos quienes escriben las leyes, redactan las políticas públicas, definen la estrategia tecnológica o dominan el sistema financiero global.

Lo que a muchos políticos les cuesta aceptar es que no se trata de cuántos migrantes mandamos al norte, sino de por qué nuestros países siguen expulsando a su gente. El problema no es que nuestros pueblos no trabajen, sino que trabajen dentro de sistemas que no funcionan. En América Latina, el esfuerzo rara vez se traduce en prosperidad. El mérito no garantiza oportunidades. La justicia llega tarde, o no llega. La corrupción, la informalidad y la desigualdad son estructurales. Y eso, más que la falta de recursos o de talento, es lo que impide nuestro desarrollo.

Mientras sigamos creyendo que la solución está en ser socios preferenciales de Estados Unidos o en negociar aranceles más bajos, estamos esquivando la verdadera pregunta: ¿cuándo vamos a dejar de depender de ellos y empezar a construir naciones donde nuestros ciudadanos quieran quedarse? Estados Unidos no es grande porque tiene muchos latinos. Es grande porque tiene un sistema donde esos latinos pueden, por fin, crecer. Y eso, por doloroso que suene, sigue siendo lo que los latinos no tenemos.

En América Latina, el esfuerzo rara vez se traduce en prosperidad. El mérito no garantiza oportunidades. La justicia llega tarde, o no llega. La corrupción, la informalidad y la desigualdad son estructurales. Y eso, más que la falta de recursos o de talento, es lo que impide nuestro desarrollo.