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Tina Turner: fuego, lucha y gloria hasta el final

Entre el dolor físico, la redención emocional y el esplendor artístico, Tina Turner vivió como cantó: con intensidad. Su historia de abusos, éxitos y enfermedades graves no opacó el legado de una mujer que supo brillar incluso en la sombra. Acompañar su despedida fue un acto de amor, fuerza y humanidad.

| Aníbal Romero Sandoval - Médico | 2025-07-06 19:07:00

Tina Turner no fue solo una voz desgarradora que incendió los escenarios del mundo. Fue una mujer que vivió al filo del dolor, el esfuerzo y la redención. Nació como Anna Mae Bullock en Nutbush, Tennessee, en 1939, y desde ese rincón olvidado de América se alzó hasta convertirse en la Reina del Rock. Pero su trono no fue heredado: fue ganado con sudor, lágrimas, violencia sobrevivida y una voluntad que nunca se quebró.

Desde muy joven, su talento vocal fue innegable. Su irrupción junto a Ike Turner en los años 60 marcó una nueva era para el soul y el rock. Juntos crearon éxitos como Proud Mary, River Deep, Mountain High y A Fool in Love, pero el precio de esa fama fue altísimo. Tina vivió años de abuso físico y emocional a manos de Ike, y cuando finalmente logró liberarse, lo hizo sin dinero, sin derechos sobre sus canciones... solo con su nombre y su dignidad.

En la década de los 80, cuando muchos ya la consideraban acabada, Tina protagonizó uno de los regresos más icónicos de la historia de la música. Su álbum Private Dancer la catapultó de nuevo a la cima, con himnos como What’s Love Got to Do with It, Better Be Good to Me y We Don’t Need Another Hero. A los 44 años, desafió a toda una industria obsesionada con la juventud, demostrando que la verdadera estrella no se apaga con el tiempo: se vuelve más intensa.

Pero su fortaleza no era solo artística. En silencio, Tina cargaba batallas personales que muchos desconocían. Intentó quitarse la vida en los años 60, en medio de la violencia doméstica. Decía que ya no podía más. Pero sobrevivió. Y esa no sería la última vez que enfrentara la muerte.

En sus últimos años, su cuerpo comenzó a fallar. Sufrió un derrame cerebral en 2013, y fue diagnosticada con cáncer intestinal en 2016. Además, padecía hipertensión crónica, que dañó gravemente sus riñones. Al borde de una diálisis de por vida, su esposo, Erwin Bach, le ofreció sin dudarlo uno de sus riñones. Tina aceptó el trasplante, que se realizó en 2017. Esa decisión no solo le prolongó la vida unos años más, sino que demostró que incluso las estrellas más fuertes también necesitan ser salvadas.

En 2023, a los 83 años, Tina Turner falleció por causas naturales en su casa en Suiza. La noticia estremeció al mundo. Pero no hubo lamento en su partida, sino gratitud: por todo lo que dio, por todo lo que resistió, por cómo vivió con la frente en alto incluso en los momentos más oscuros.

Acompañar a un ser querido en su etapa final es uno de los actos más profundos de amor. Cuando hay enfermedades como las que padeció Tina —cáncer, insuficiencia renal, secuelas de un ACV—, el foco ya no está en curar, sino en aliviar. Lo más importante es que quien parte lo haga con el menor sufrimiento posible, rodeado de afecto y respeto.

La medicina paliativa ayuda a controlar el dolor, la ansiedad o la falta de aire. Pero también hay cuidados no médicos que valen tanto como un tratamiento: una habitación tranquila, una foto querida, una canción que le recuerde que no está solo. Tina, en sus últimos días, tuvo todo eso: amor, presencia y paz.

Estar presente no siempre significa hablar. A veces basta con sostener una mano, escuchar en silencio o simplemente no irse. Quien acompaña también necesita cuidar de sí mismo: compartir el cansancio, pedir ayuda, aceptar que no puede hacerlo todo solo. El amor no se mide por cuánto se sacrifica uno, sino por cuánto se entrega con sentido.

Cuando el cuerpo empieza a despedirse, el proceso es natural. El ritmo de la respiración cambia, las palabras se apagan. No es abandono, es la naturaleza cerrando su ciclo. Lo esencial en ese momento es que la persona sienta que su vida tuvo sentido, que fue amada, que puede irse tranquila.

Tina Turner se fue con dignidad. Vivió como cantó: con pasión, con fuerza y sin pedir permiso. Su legado musical es imborrable, pero también lo es la lección de vida que dejó: nunca rendirse, aunque duela. Y al final, dejarse cuidar también es una forma de amor.

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