
Juana de Arco entrevistada por su médico inquisitorial un día antes de la hoguera
Médico (M): Buenas noches, Juana. Vengo a asegurarme de que estés en condiciones óptimas para la barbacoa de mañana.
Juana (J): Oh, qué detalle. No sabía que se preocupaban por la salud de los leños antes de encenderlos.
M: Solo seguimos el protocolo. Quemar a una mujer medio muerta es mal visto. La Inquisición prefiere que griten bien, den espectáculo. Si no, pierde emoción.
J: Claro. Qué sería de la justicia sin un poco de entretenimiento con aroma a carne humana.
M: Mira, no es personal. Has sido útil, inspiradora… pero molestas. Y una campesina que piensa, manda y encima cree que Dios la escucha… bueno, eso sí es herético.
J: ¿Y si Dios me hablaba de verdad?
M: Peor. Entonces no solo estás cuerda, estás por encima de nosotros. Y eso da miedo. Lo más seguro es quemarte. Es lo que llamamos “precaución teológica”.
J: Qué científico. ¿Y tú, médico, cuántas mujeres has curado esta semana?
M: Curado, ninguna. Pero las dejo listas para el más allá. Soy algo así como el maquillador del infierno.
J: Te felicito. No todos tienen el talento de preparar mártires en serie.
M: Me esfuerzo. Aunque admito que tú tienes mérito: armaste ejércitos, hiciste temblar a los ingleses, le pusiste corona a un rey inútil… y todo eso sin pene. Bastante provocador.
J: Sí, lo noté. Si hubiera nacido hombre, estaría dirigiendo batallas. Pero como nací mujer, me van a asar como un cordero hereje.
M: La Iglesia es tradicional. Ama a sus vírgenes… hasta que abren la boca.
J: Y los doctores como tú… ¿también creen que estoy loca?
M: No. Estoy convencido de que estás completamente cuerda. Por eso vas a arder. Las locas se quedan en conventos. Las lúcidas se convierten en cenizas.
J: Qué alivio. Pensé que moriría por equivocación. Pero no, moriré por claridad.
M: Exacto. Y tranquila, el verdugo es eficiente. En cinco minutos estarás subiendo, literal y espiritualmente.
J: ¿Sabes qué sería un milagro? Que alguien se atreva a decir que esto es una ejecución política disfrazada de ritual piadoso.
M: Ay, Juana… los milagros se reservan para después de la muerte. Tú da la función. La santidad viene en la secuela.
J: Pues que sea una buena función. Que el humo suba recto al cielo y les pique en los ojos a todos los hipócritas.
M: Amén.