La izquierda boliviana perderá estas elecciones, y lo sabe. Lo que no sabe —ni ha aprendido en dos décadas de poder— es perder con dignidad. Lo suyo nunca ha sido la alternancia democrática, sino el todo o nada. Con Evo Morales llamando al voto nulo y boicoteando a su propio pupilo, ya anticipan lo que viene: no una oposición leal, sino una guerra de desgaste. ¿Permitirán gobernar al ganador o incendiarán el país para volver en medio del caos? Porque el nuevo gobierno, sea de Samuel, Tuto o un cogobierno forzado, heredará un estado quebrado y una bomba económica. Se necesitarán ajustes urgentes y dolorosos para evitar el colapso y la hiperinflación. Si la izquierda bloquea carreteras, incendia instituciones y judicializa cada decisión, Bolivia se hundirá. Gobernar no será ejercer el poder, sino sobrevivir al sabotaje. Y si eso ocurre, no ganará nadie: perderemos todos. La gobernabilidad será el verdadero campo de batalla después del 17 de agosto. ¿Tendremos la madurez política para evitar otro 2003?