Dios te bendiga

No votar basura (sic)

No votar basura (sic)
Mons. Roberto Flock - Obispo de San Ignacio de Velasco | Columnista
| 2025-08-14 06:59:29

«Más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.»

Mc 9,47-48

En 1988, al tomar clases de castellano en Cochabamba, en el Instituto de Idiomas de Maryknoll (“Idiotas”, decían algunos), una de mis profesoras, Wilma, insistía en que pronunciara la “B”, la “V” y la “W” con la misma dureza que en “Bestia”, con la que yo había venido a Bolivia, donde Bilma vivía y me enseñaba. Cuando protestaba que en mis cursos de español en secundaria y en la universidad en los EE. UU. había diferencias sutiles en la pronunciación de estas letras, se molestaba y en mi evaluación anotó que el Padre ZoBerto no aceptaba corrección.

Durante la última asamblea de la Conferencia Episcopal en abril, fuimos, como de costumbre, a la parroquia de Quillacollo para la Santa Misa el domingo. Resulta que los bloqueos, en protesta por la falta de combustibles, combinados con la basura amontonada por un paro del sector, además del bloqueo del vertedero de K’ara K’ara, habían convertido a la Llajta en un gran laberinto. Al buscar nuestra ruta, con frecuencia, detrás de las bolsas de desechos fétidos y de frustraciones acumuladas, había letreros que inevitablemente decían, con mala ortografía: “No votar basura”.

Aunque era obvio que el mensaje no tenía nada que ver con las próximas elecciones, semejante pedido irónico parecía un grito por parte de quienes ya no aguantamos más basura acumulada en las instancias del gobierno, exigiendo un verdadero cambio de proceso. De la misma manera que el vertedero de K’ara K’ara ya no contiene sus lixiviados tóxicos, Bolivia necesita salir de su laberinto político para vislumbrar un futuro sano.

Muchos lamentan que no nos queda otra opción que elegir entre los mismos de siempre. Quizás, después de sortear un ganador, éste podría invitar a los demás a reciclar sus talentos para el bien común, invitando al mismo tiempo a los jóvenes que siempre traen sorpresas; es su futuro lo que está en juego.

En tiempos de Jesús, Gehena era el basurero de Jerusalén, adonde peregrinaba anualmente desde sus 12 años, aquel lugar donde «el gusano no muere y el fuego no se apaga» (Mc 9,48). Jesús, que sanó a paralíticos, no quiere sacar el ojo ni la mano a nadie. Se dejó clavar las manos y los pies en una cruz para desde allí proclamar que el perdón paraliza al pecado y que nadie es basura para Dios. Había empezado su ministerio proclamando la cercanía del Reino y el llamado a la conversión (Mc 1,15), pero quizás la frustración le llevó más tarde a proponer un remedio más radical, diciendo que no se puede arreglar ropa vieja con tela nueva (Mc 2,21). Al fin de cuentas, su sueño fue presentado como “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21,1), por el cual se necesitan también hombres nuevos (ver: 2 Cor 5,17; Col 3,10; Ef 4,24).

¿Por qué no soñar con una Bolivia nueva? ¿Acaso no podemos aprender a reciclar la basura en vez de engrandecer vertederos? ¿No podemos ensanchar nuestros caminos en vez de bloquear a nuestros hermanos? ¿No podemos plantar árboles en vez de quemar bosques? ¿Purificar nuestros ríos en vez de contaminarlos con mercurio? ¿Atender a los enfermos sin permanentes paros de salud? ¿Educar en valores en vez de lavar cerebros? Y, sobre todo, ¿aprender a caminar juntos en vez de repetir los errores del pasado?

Mucho depende de quienes elegimos para gobernar la nación. Algunos repiten discursos cargados de rencor con las mismas falsas promesas. Otros explican caminos que ofrecen soluciones y esperanza. Escucha. Analiza. Sepa discernir.

De nada sirve el voto nulo; es convertir su papeleta en basura. Un voto en blanco es invitar a algún inescrupuloso a cometer fraude.

En la Última Cena, cuando sus discípulos se pusieron a discutir cuál era el más importante, Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor» (Lc 22,25-26). Votar es ser soberano, es gobernar; nos toca ser servidores conscientes en las urnas, asumiendo nuestra responsabilidad por el futuro del país. Hay que juzgar quién tenga capacidad e integridad para cumplir nuestros sueños. No es necesario que hablemos con el mismo acento o siquiera el mismo idioma, si nos damos cuenta que todos queremos dar un buen futuro a nuestros hijos y hermanos. Dios quiere lo mismo.

Botar basura. ¡No votar basura!

Aquellos días, en Cochabamba, subí, como de costumbre, al cerro San Pedro para contemplar la Ciudad de la Eterna Primavera desde la sombra del Cristo de la Concordia. Desde allí no se notaban los problemas abajo. La cima del Tunari salía por encima de las nubes; en la cima, la laguna Alalay, recién limpiada, reflejaba el sol como un espejo celestial. Un joven llegó por el camino empedrado en bicicleta e inclinó su cabeza en gratitud y súplica delante del Señor al haber llegado a la meta propuesta con el motor de sus piernas y pulmones. Él es la Bolivia nueva, llena de fuerza y esperanza.

Dios te bendiga.

Mons. Roberto Flock - Obispo de San Ignacio de Velasco | Columnista