Se desataron críticas, observaciones, explicaciones y justificaciones frente a la entrega de un monumento de Doña Juana Asurdui (Azurduy) en la Plaza 25 de Mayo de la ciudad de Sucre. Incluso se quiso dar un matiz político, señalando al masismo como causante de un supuesto error en la grafía del apellido de la heroína.
Siendo esta una columna de opinión, daré mi punto de vista tratando de ser breve y preciso.
El español es una lengua que ha pasado por diferentes épocas, reflejando las mismas. Como todo idioma, sufre cambios y agrega nuevos términos de acuerdo al tiempo (evoluciona, como dicen otros); por ende, tiene palabras antiguas, arcaísmos, modismos, etc.
En la famosísima obra Don Quijote podemos ver: Quixote (Quijote), fazer (hacer), queste (este), ansi (así), mui o muit (muy), y un largo etcétera. Quizás por ahí podríamos entender la evolución o involución de palabras y apellidos.
Aunque lo de la forma “Azurduy” es una identificación que surge del criterio de algún escribano o notario anterior, la popularizó el historiador Don Joaquín Gantier en el siglo XIX (con buena intención, seguramente) para diferenciar a la heroína de una homónima, así lo afirma el historiador Pablo Michel.
Por cierto, la forma “Azurduy” se ha utilizado en textos, documentos y monumentos, consolidándose como la más conocida hasta ahora.
Los historiadores Luis Oporto y Pablo Michel explican que la evidencia hallada en archivos de antigua data es contundente respecto a la forma “Asurdui”, pues esta aparece en certificados de bautismo y matrimonio. Además, la gran amazona escribía y firmaba de esa manera sus cartas y mensajes.
Por otro lado, el historiador Norberto Benjamín Torres, luego de sus investigaciones, concluye que el apellido es de origen vasco, propiamente de Oñate, y que el primer miembro de la familia que llegó a Charcas fue Ascencio Martínez de Asurdui, quien habría llegado junto a Pedro de la Gasca para combatir a Gonzalo Pizarro.
Según Michel, se popularizó la forma “Azurduy” cuando surgieron biografías, textos escolares y literarios, tomando en cuenta que en esa época no existía una academia de la lengua que regulara la ortografía.
Huelga decir que, aunque hoy existen academias de diferentes lenguas, tampoco regulan ni norman las grafías de los nombres. En el caso del inglés no hay una academia, pero sí instituciones como Oxford English Dictionary y Merriam-Webster Dictionaries. Pese a ello, por ejemplo, en Latinoamérica y Bolivia, una moda de décadas atrás prefiere los nombres en inglés y produce aberraciones como: “jhon” (John), “jhanet” (Janet), “jhimy” (Jimmy), “jheyson” (Jason), “andru” (Andrew), “walas” (Wallace), y un largo etcétera.
Deberíamos respetar las grafías correctas en nombres de pila ingleses, franceses, italianos, en fin. Y hablando de respeto, respetaremos también a nuestros escultores, historiadores y valoraremos nuestro valioso legado archivístico. Por tanto, tendremos que asumir y acostumbrarnos al apellido Asurdui.
Un insulso debate por dos letras no puede, de ninguna manera, menoscabar la honra, la memoria y la gloria de la heroína más grande que tenemos en Juana de América. Debemos ceñirnos a la fidelidad de la historia y respetar los derechos de la misma persona.
Muy honrada en Argentina y Bolivia, así como admirada en otras latitudes, la memoria de nuestra Generala Juana Asurdui de Padilla permanecerá en nuestra infinita historia.