"Por la envidia del diablo entró
la muerte en el mundo"
(Sabiduría 2,24).
Hoy exploraremos la relación directa enre el diablo, la humanidad y la envidia: Según la Doctrina Católica, existe una relación fundamental, profunda, entre el diablo, la envidia y la humanidad. Se remonta a los orígenes del mal en el mundo. El diablo aparece, desde los inicios mismos de la humanidad, como el enemigo de Dios y de su Creación, especialmente la de los hombres. El demonio es visto como un ser que busca constantemente desviar a las personas del camino de la verdad y la virtud.
"La envidia es una semilla que te empuja a destruir, a hablar mal, a aniquilar al otro. La envidia viene del demonio" (Papa Francisco). La envidia es un pecado capital que tiene como base el deseo de tener lo que otros tienen. El diablo intenta fomentar la envidia en los corazones de las personas, llevándolas a sentir celos y resentimiento hacia los demás.
En la Biblia, el diablo actúa en la oscuridad para tentar a los seres humanos (“El mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe“, Charles Baudelaire). En Génesis, se narra cómo Satanás engañó a Adán y Eva, insinuando que Dios les estaba privando de algo (Gn 3, 4-5). Esto se puede relacionar con la envidia, ya que el pecado original se vio alimentado por la curiosidad y el deseo de ser como Dios.
En la vida diaria, la envidia puede llevar a las personas a cometer actos perjudiciales, no solo hacia los demás, sino también hacia sí mismas. La envidia puede crear divisiones en las comunidades y familias, destruyendo la paz y la armonía.
La Iglesia considera esencial que cultivemos virtudes opuestas a la envidia: la generosidad, la gratitud, el cultivo de la pobreza espiritual como don, y que busquemos siempre el bienestar de los demás en lugar de compararnos con ellos. Esto nos protegerá de las tentaciones del diablo y nos acercará más a Dios. Esta conexión se explica a través de varios conceptos clave:
El origen del diablo y su envidia hacia Dios y la humanidad:
El diablo es criatura de Dios, de naturaleza inicial angélica. La Iglesia enseña que el diablo (o Satanás) no es un dios opuesto a Dios: Originalmente fue un ángel bueno, una criatura con naturaleza espiritual y voluntad libre, creado por Dios. Sin embargo, por una elección libre e irrevocable, se rebeló contra su Creador. La expresión latina Non serviam: "no serviré", se atribuye generalmente a Lucifer, de quien se dice que pronunció estas palabras para expresar el rechazo a servir a Dios en el Reino celestial debido a su envidia, respecto a los hombres.
La envidia como causa de la caída: El Catecismo de la Iglesia Católica y la tradición patrística, especialmente San Agustín, señalan la envidia como el "pecado diabólico por excelencia". La envidia del diablo no es hacia los bienes materiales, sino hacia la Encarnación de Dios, es decir, el plan de Dios de unirse a la naturaleza humana. No pudo aceptar que la humanidad fuera creada a imagen y semejanza de Dios y que se le ofreciera la posibilidad de participar de la vida divina, un privilegio que él mismo rechazó.
2. La envidia del diablo como causa de la caída de la humanidad:
La seducción mentirosa: El diablo, impulsado por su envidia, ansía destruir a la humanidad. Utiliza la seducción y la mentira para inducir al hombre a desobedecer a Dios, como se narra en el relato de Adán y Eva en el Génesis. El diablo busca que la humanidad caiga en el mismo pecado de orgullo y desobediencia en el que él cayó.
La entrada de la muerte en el mundo: Un pasaje clave que establece esta conexión de forma explícita se encuentra en el Libro de la Sabiduría (2,24): "Sin embargo, por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la sufren los que del diablo son". Esto significa que la envidia del diablo no solo causó su propia ruina, sino que también introdujo el pecado y la muerte en la historia humana, rompiendo la armonía original con Dios.
3. La envidia en la humanidad como reflejo del mal diabólico:
Un pecado capital: La Iglesia Católica considera la envidia como un pecado capital, una tristeza o resentimiento ante el bien del prójimo y un deseo desordenado de poseerlo. Es un rechazo de la caridad y, con frecuencia, una manifestación del orgullo.
La envidia como fuente de otros males: De la envidia humana nacen otros pecados graves como el odio, la calumnia, la alegría ante el mal ajeno y la tristeza ante la prosperidad del prójimo. Es una de las raíces de la desunión y la destrucción. El Papa Francisco ha señalado que la envidia es lo que lleva a las "habladurías" que "matan", y la ha comparado con la envidia que llevó a Caín a destruir a su hermano Abel.
La relación envidia, diablo y humanidad, es cíclica y destructiva y se sintetiza así: El diablo es un ángel caído por su envidia hacia el plan salvífico de Dios para la humanidad. A través de su envidia, introdujo, tentando al hombre, el pecado y la muerte en la historia de la humanidad. La envidia se convirtió por eso en un pecado que la humanidad padece, imitando la propia caída diabólica y siendo una de las principales armas del mal para generar división y destrucción. Dios con nosotros.