Crece la sospecha de que el gran perdedor del domingo 17, el partido que estuvo robando y traficando droga durante veinte años, llevaba disfraz.
Eso es algo de lo que el TSE es inocente. No puede dedicarse a ver si la chola lleva otra pollera, o si le pusieron una mascarita para estas elecciones.
El sospechoso de haber vendido el alma al diablo tendría que aclararlo, e incluso denunciar el hecho, pero parece que tiene dificultades para hablar claro.
Le han preguntado si aceptará el retorno de la DEA para el control del narcotráfico, pero ha dado tantas vueltas en su respuesta que podría ser que acepte, o quizá no.
Una respuesta clara sobre este tema hubiera sido la mejor manera de negar la sospecha de que su alma ya no le pertenece.
En el pasado, hace seis décadas, un vicepresidente, con grado de general, juró lealtad a su titular, le acompañó en la campaña, pero luego lo derrocó y lo mandó al exterior en calidad de exiliado.
Y luego se dio el caso de un presidente que fue forzado a renunciar, pero su vicepresidente lo abandonó y le dijo “ve yendo, que yo me quedo” con el cargo.
Lo que deja la enseñanza de que no se debe confiar mucho en los vicepresidentes, a los que Juan Lechín definió como “la quinta rueda del carro”.
También hay que considerar, como en el derrocamiento de 1969, que tampoco se debe confiar en los altos mandos militares. A veces ellos tienen algún proyecto propio y no se limitan a recibir sobresueldos de los chinos que explotan el oro, como ocurre ahora.
Todo esto pone al país ante la necesidad de encontrar fórmulas para que en el futuro no se repita esto de que un partido se disfraza de otro para engañar a la gente.
Los mismos observadores que en 2019 detectaron la existencia de 27 formas de dolo en esas elecciones, esta vez dijeron que todo había sido normal, y llegaron a felicitar a la gente por el comportamiento civilizado demostrado el domingo 17.
Lo que muestra dos cosas: o que los observadores son unos ingenuos o que el dolo se ha hecho muy sofisticado, o las dos cosas a la vez.
Todo esto será resuelto en octubre, cuando se enfrenten, en duelo singular y definitivo, el partido que no quiere admitir su derrota y sus peores enemigos: masistas contra pititas.
Los pititas tienen a su favor que ya hicieron escapar a un dictador. Ya saben cómo se hace. Y no se dejan engañar por los disfraces.
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