Tribuna

Dos Bolivia

Dos Bolivia
William Herrera Áñez | Jurista y autor de varios libros
| 2025-08-24 07:29:06

Los gobiernos del MAS (Evo Morales y Luis Arce) promovieron no solo la vieja estrategia del enemigo interno y externo, sino también la fractura de la sociedad boliviana. Esta estrategia les permitió crear una base social amplia, organizada y fidelizada, enarbolando un discurso de identidad indígena que ha marcado fronteras entre “nosotros” y “ellos”. El control del poder político del MAS por 20 años no se entiende sin la eficacia de la política identitaria y polarizadora.

Y como el MAS contaba con una mayoría absoluta, buscaba imponer su proyecto centralista y hegemónico, frente a la visión del oriente que buscaba el reconocimiento de la autonomía departamental y consolidar las instituciones democráticas. El proyecto único de Estado, economía y sociedad, paradójicamente, dividió el territorio nacional entre occidente y oriente. El bloque dominante mantenía el poder; pero al frente tenía líneas internas y externas en las que las clases subalternas de la ciudad y el campo le comenzaban a disputar el control territorial, ideológico y simbólico de la sociedad.

La cuestión no era simplemente que los de arriba no podían seguir gobernando como antes. Lo que sucedió fue que los de abajo querían gobernarse, como nunca lo habían hecho, y esa sola determinación paralizó el orden estatal de dominación: dos bloques de poder con dos proyectos de poder, con dos capacidades de presencia territorial y con liderazgos antagónicos se disputaban el orden estatal paralizando hasta cierto punto la reproducción de la dominación.

Álvaro García Linera llegaba a la conclusión de que existía un empate entre ambos proyectos de sociedad (occidente vs. oriente) y encima era catastrófico por la irresolución de la unicidad conducente del poder. Para Susana Seleme, en el fondo palpitaba la pugna por el control político, económico, territorial y social entre dos polos: el occidental colectivista, comunitarista y socialista, frente al oriental capitalista, individualista y autonomista (Con puntualidad histórica, Semanario Uno, viernes 29 de marzo al jueves 4 de abril de 2013).

El complot contra la media luna (Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija), tenía un objetivo ideológico-político-económico. El epicentro giraba en torno a la región oriental cruceña, más bien ideológicamente conservadora, pero de mayor desarrollo económico productivo capitalista, gracias a una agresiva agricultura comercial que cubre más del 70% de la seguridad alimentaria del país, una agroindustria exportadora con valor agregado y polo de atracción-recepción de grandes flujos de inmigrantes expulsados de sus regiones por factores de pobreza.

La pugna se decantó a favor del gobierno central, mediante la conjura conocida como el “caso terrorismo-separatismo” y antes con el “caso Porvenir”, en Pando, en enfrentamientos provocados por el gobierno central, con un saldo de muertos, numerosos heridos y más de un centenar de desaparecidos y exiliados que cruzaron a Brasil. En medio de este fuego cruzado, Evo Morales introduce en el imaginario colectivo que los cruceños somos separatistas, conspiradores, golpistas, jerarcas, terratenientes, jerarcas, vendepatrias, etc. y comienza a amenazar, acusar y victimizarse. Incluso, arengaba que los estatutos autonómicos de Santa Cruz eran para dividir el país, como ocurrió en Kosovo.

Los gobiernos del MAS han tenido fijación con el oriente boliviano, polarizaron y confrontaron militarmente a la oposición, y las acusaciones iban y venían sin argumentos ni pruebas. En palabras de Valverde Bravo, “la idea de hacer ver a los cruceños de separatistas y subversivos fue recurrente en las declaraciones del presidente y logró un fuerte impacto inicial”, al extremo que luego de la matanza en el Hotel “Las Américas”, la dirigencia cruceña era vista como separatista y subversiva.

Lo evidente es que el gobierno central venía abonando el terreno para la toma militar de Santa Cruz. En los hechos ya le había permitido demasiada “rebelión política”, como la realización de los multitudinarios Cabildos, que habían conseguido instituir la elección de los prefectos departamentales y con ello el avance del proyecto político cruceño. El movimiento logró establecer un cierto espacio de maniobra para frenar los impulsos hegemónicos desde La Paz. La autonomía buscaba resguardar buena parte de lo que las élites regionales consideraban parte de su acervo propio, como las relaciones productivas, el uso de la tierra, la institucionalidad, etc. Por lo tanto, el discurso autonómico no versó sólo sobre autonomía, sino que se presentó de manera implícita, como una clara disyuntiva ideológica al gobierno en un área política mucho más extensa. La población partida (dividida) concurrirá a la segunda vuelta electoral.

*Jurista y autor de varios libros.

William Herrera Áñez | Jurista y autor de varios libros