No está de moda citar a Marx, pero su prosa y sentido histórico me
tientan. En El 18 Brumario de Luis
Bonaparte (un autócrata popular francés, sobrino de Napoleón), Marx
famosamente apuntó: “Los hombres forjan su propia historia, pero no la forjan a
su antojo; no la forjan bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino
bajo circunstancias ya existentes, dadas y transmitidas del pasado. La
tradición de todas las generaciones muertas pesa como una pesadilla en el
cerebro de los vivos. Y justo cuando parecen ocupados en revolucionarse a sí
mismos y a las cosas, creando algo que antes no existía, precisamente en tales
épocas de crisis revolucionaria conjuran ansiosamente los espíritus del pasado
a su servicio, tomando prestados de ellos nombres, consignas de batalla y
trajes para presentar esta nueva escena de la historia (…) con un disfraz
consagrado y un lenguaje prestado”.
Con sus simplificaciones, TikTok, los “guerreros de Dios” y la Parca
para los corruptos y “vendepatrias”, el capitán Lara llena el vacío que no
cubrieron los candidatos de la élite. Aunque se disculpó, Lara insinuó una
tradición uniformada que se daba por sepultada y que la izquierda ponderó solo
cuando fue de su gusto. Lara resonó estos días a tiempos idos, cuya pasión,
contradicciones y tormentas hemos leído, pero no vivido… aún.
Lara es un líder plebeyo, lego y emocional. En la euforia, habla como
un pastor evangélico, pero en trance o poseso. A su modo, es un canal de
representación de un votante huérfano, frustrado y en pos de un nuevo protector
antiélite. Tuto no califica para ese papel. Rodrigo Paz tiene algunas destrezas
y la astucia de sus mentores. Ojalá alcanzaran para enamorar a la base popular
del capitán o adormilarlo.
Rodrigo y Tuto se necesitan, pero los riesgos del siguiente gobierno
suben. Si Lara fuera vice, su diatriba podría azotar el ajuste económico o al
propio presidente y sus aliados. Al remarcar su papel de “garante”, Lara
confirma que dar la palabra en la Asamblea Legislativa no es su fin. Y si no
fuera vicepresidente, Lara abonará la protesta con Evo, sin necesidad de
coordinar con él.
Mientras, Tuto ostenta el mandato cruceño. Es también el campeón de la
derecha y de las clases altas y medias asustadas o hartas. Por sus años en el
oficio y determinación, Tuto exhibe el colmillo para pelear con otros lobos: un
Uribe cochabambino a escala de nuestros conflictos, no de los colombianos. Pero
por los lugares donde Tuto obtuvo menos votos, su eventual presidencia sería
frágil ante el apronte bélico de las masas de Evo y Lara, salvo que Rodrigo se
inserte de verdad allí. Esas masas son el mismo núcleo sociológico que enterró
la fase liberal en los años 2000. No obstante, la historia es cíclica, no
mecánica.
En 2002, se perfilaba un vengador del pueblo. Fue Alberto Costa
Obregón, juez de materia penal, un Dracón nativo. Él sedujo al público airado
por la corrupción y la impunidad. Luego, Costa se autodestruyó en los medios de
comunicación. Su audiencia decantó primero por Manfred y Evo, y llegamos a
2005.
Otro intento fue el del capitán David Vargas, cabecilla del motín
policial de 2002. Evo lo eclipsó sin siquiera proponérselo. Con ojo de águila,
Pedro Portugal predijo, mucho antes del 17 de agosto pasado, que Vargas o
alguien de ese corte conectaría ahora con la base popular.
Lara podría serenarse o esfumarse en la historia como su excamarada
Vargas o Costa Obregón. Pero si nos ponemos distópicos, Rodrigo y Tuto tienen
ya a Lara y Evo en el horizonte, además de los ajustes, la contracción
económica y la calle irritada. Claro que el oriente no tomaría plácidamente un
conato de replicar octubre de 2003.
Uno que conoció a Luis Bonaparte fue el
diplomático y pensador español Juan Donoso Cortés. Este llegó a una conclusión
sombría, opuesta al optimismo mesiánico de Marx. Según Donoso Cortés, las
tensiones sociales extremas solo permiten dos opciones de orden: la dictadura
del sable o la del puñal. En Bolivia ninguna es deseable y quizá ni sea viable
(o explícita), pero las crisis de esta profundidad pueden invocar a las
generaciones muertas, para pesadilla de las vivas.