Editorial

¿Izquierda derrotada en Bolivia?

Decir que la izquierda ha sido derrotada en Bolivia tras las elecciones del 17 de agosto es una verdad a medias. Lo que fue derrotado en las urnas es el Movimiento al Socialismo...

Editorial | | 2025-08-26 06:58:54

Decir que la izquierda ha sido derrotada en Bolivia tras las elecciones del 17 de agosto es una verdad a medias. Lo que fue derrotado en las urnas es el Movimiento al Socialismo (MAS), símbolo de corrupción, ineficiencia y abuso de poder, pero no las ideas que lo sostienen.

Morales y Arce fracasaron estrepitosamente: dejaron un país quebrado, colas interminables por combustible, escasez de dólares y un aparato estatal corroído por el clientelismo. Sin embargo, la raíz del problema no desaparece con la caída de sus figuras, porque las ideas socialistas siguen vivas en la mentalidad de buena parte de los bolivianos.

El MAS fue derrotado porque encarnaba la corrupción y la mediocridad de un modelo agotado, no porque los electores hayan renunciado al populismo. La fascinación por las promesas fáciles sigue intacta: subsidios que no se pueden financiar, bonos que se pagan con deuda y discursos de justicia social que en realidad producen pobreza estructural. El electorado, cansado del abuso de Arce y Morales, votó por otras opciones, pero muchos de esos candidatos ofrecieron, en el fondo, la misma receta populista con otro envoltorio.

La historia enseña con claridad que el socialismo, bajo cualquier etiqueta, conduce siempre al fracaso. Desde la Unión Soviética hasta Cuba, desde Venezuela hasta Nicaragua, las promesas de igualdad y justicia social terminaron en represión, miseria y corrupción.

Incluso la llamada socialdemocracia, presentada como un “socialismo moderado”, no deja de ser un obstáculo para el progreso: al imponer impuestos altos, regulación excesiva e intervencionismo estatal, limita la innovación y frena la creación de riqueza. El centrismo tampoco ofrece soluciones reales, pues su propuesta consiste en “administrar” un equilibrio artificial entre mercado y Estado, pero en la práctica significa aceptar el dogma socialista con un maquillaje menos radical.

El socialismo no fracasa por mala suerte o por errores de gestión: fracasa porque sus fundamentos son equivocados. Parte de la idea de que el Estado debe controlar, regular y repartir, desconfiando del individuo y del mercado. Pero la experiencia demuestra que la libertad económica, el respeto a la propiedad privada y la apertura a la competencia son los únicos motores reales de desarrollo. Cada vez que Bolivia se acercó a esa senda, avanzó; cada vez que abrazó el populismo, retrocedió.

La tarea, entonces, no se limita a derrotar al MAS en las urnas, sino a librar una verdadera batalla cultural. Se necesita desmontar el mito de que el intervencionismo es sinónimo de justicia, y demostrar que solo con responsabilidad fiscal, libertad de mercado y seguridad jurídica se puede construir un país próspero. Mientras esa conexión no se haga en la conciencia colectiva, la izquierda seguirá resucitando con nuevos nombres y nuevos caudillos, aunque el resultado final siempre sea el mismo: pobreza y desilusión.

El socialismo no fracasa por mala suerte o por errores de gestión: fracasa porque sus fundamentos son equivocados. Parte de la idea de que el Estado debe controlar, regular y repartir, desconfiando del individuo y del mercado.