El 17 de agosto concluyó una jornada bastante “especial” por
varias razones, que enumero sin un real orden de prelación porque la zambumbia
de todas es lo más real: La primera razón que expongo es que el MAS-IPSP (que
ya no era sigla de Morales) casi pierde el registro —sólo se salvó por un
pelo de 0,17 %, lo que demuestra su valor real para la calle— y su
candidato Del Castillo perdió el 51,94 % de los votos que en 2020 había sacado
su Presidente. La segunda es que el masismo
socialistaveintiunero-neomarxista-indianista cerraba su ciclo diceniero.
No menos significante es la tercera razón: Que todo el arco
de la hasta hoy vigente izquierda boliviana —incluida la pseudoizquierda hoy de
UCS— acabó fuera (o casi quedó fuera) del panorama electoral: el MAS-IPSP (el
de “los 500 años en el Poder” que Morales y Linera predijeron tras la
primera patética “coronación” en Tiahuanaco), la Alianza Popular (a pesar del
apoyo de los sociatas españoles —incluido el desperdicio de Gutiérrez-Rubí—
pero muy lejos de la supuesta “mística evista”), MORENA (escabullida antes de
la pateadura electoral, luego del bullying contra Dunn) y La Fuerza
del Pueblo (triste final despatarrado para
el mensaje social de Don Max); que feneció
dejando muertos insepultos: Del Castillo, Copa, Jhonny (Andrónico aún que sí
que no como antes de campaña). La cuarta: un primer ballotage (que ha
despertado discusiones, con 16 años de atraso, sobre su pertinencia o no).
Sin embargo, reservo mi pausa significativa para las tres
últimas razones: Una, la quinta, es la constatación de que nuestras Bolivias
—creo en Las Bolivias hoy aun más que antes y a ello me referiré cuando
corresponda y a pesar de lo que irrite a algunos, aunque los respete por otras
razones— nunca han podido ser una Nación unitaria (federal tampoco, por
egoísmos), división por herencia de los muchos criollos altoperuanos
devenidos en bolivianos y sus herederos mentales que desde 1825 han
mandado y desmandado, porque mirar el mapa de resultados electorales de agosto
17 es ver la Bolivia extractiva frente la Bolivia agrícola, la centralista
frente a la de filiación autonomista y federal, la de vocación inmigrante
frente a la emigrante: en resumen, la misma Media Luna que en 2009 aherrojó el
masismo con sus panas chavistas.
La sexta razón en realidad son dos constataciones: para el
19 de octubre deberemos decidir entre un programa (o lo que sabemos de él, que
seguro falta mucho por decir) tan duro como el que en 1985 se enraizó en el DS
21060 —una blasfemia para algunos, una bendición salvadora para muchos otros—,
el que en diciembre 2005 abrió la compuerta de sus falencias sociales, frente a
una propuesta radicalmente populista que está imponiendo a zancadas quien debió
ser segundo a un primero hoy segundón político que trastabilla para no ser
humillado, que de socialdemócrata liberal (eso es posible: basta preguntarle a Tony Blair) siguiendo a
Dunn ha tenido que pasar para populista a la zaga de la calle.
Pero la que me amedrenta es la última de hoy, cuando los
no-masismos no han podido entenderse: Empezó en la No-Unidad y hoy —uno cegado
por la derrota (ciclo final) cuando parecía victoria (como Reyes Villa en
2002); otro por una victoria que no esperaba (y de la que, si damos fe a su
segundo, es deudor), y un tercero (también en ciclo final) convencido de tener
la razón para ganar— y, en el medio, usted y yo y un país fracturado —en
expectativas y posibilidades, quebrado, en crisis—, amistades tronchadas (o a
punto de ello), bolivianos de ciudad enfrentados a rurales, los de Occidente y
Centro con los de Oriente y Sur. Cuasifanatismos viscerales.
(Ésta ha sido una elección sui
generis: A comienzos de las campañas, un amigo querido y respetado me
escribió para decirme que «él sabía que yo iba
a votar por Tuto y eso era un grave error». En consideración a nuestra
amistad y edad —ambos peinamos canas— hice como las veces que me ha
despotricado de mis comentarios sobre Milei: le di un abrazo virtual y no me
preocupé de responderle (ahora que pasaron las elecciones, le diré que yo
pensaba votar por Dunn pero ¿por qué quitarle la ilusión de que sabía predecir?).
¡Y la guerra sucia que ya está ensazonada y jalonada de egos
y rencillas! (no quiero aún decir egoísmos). Y el Cobarde del Chapare
agazapado, haciendo lo imposible por no desaparecer. Y la crisis que crece.
Hoy no quise escribir de números ni de gobernabilidad.
Serán la próxima.