Como consecuencia de los resultados del 17 de agosto, Bolivia ingresa en un escenario político-electoral inédito. Por primera vez, después de cinco elecciones, el poder no se define en primera vuelta. El resultado obliga a un histórico balotaje, que enfrentará a Rodrigo Paz y Tuto Quiroga en un duelo directo.
Si bien la segunda vuelta ya estaba prevista en todas las encuestas, nunca, sin embargo, entre estos dos candidatos. La sorpresa la dio ese electorado indígena-popular que, en esta ocasión, no apoyó a ningún candidato de la vertiente masista, poniendo fin a veinte años de hegemonía.
Si en la segunda vuelta el voto indígena-popular se replica en favor del binomio Paz-Lara, ya se puede adelantar una victoria. Más adelante volveremos a esto.
En este escenario, la disputa electoral directa entre dos candidatos obliga a cambiar radicalmente las estrategias, donde las alianzas juegan un papel central. El candidato que sume más alianzas —cuantitativas y cualitativas—, ciertamente acumulará más fuerza y posibilidades. Las alianzas con los candidatos eliminados, que se traducen en apoyos explícitos e implícitos, son de fundamental importancia para alcanzar el 50% más uno. Tuto Quiroga y Rodrigo Paz, en ese sentido, están intentando consolidar la mayor cantidad de alianzas.
Tuto Quiroga, al no tener posibilidades de establecer una alianza directa —más por razones personales que ideológicas— con Samuel Doria Medina, pretende indirectamente “aliarse” con el electorado de Samuel, con quienes comparte coincidencias ideológicas. Sin embargo, esos votos no le alcanzan, ni siquiera con los del resto de los candidatos de oposición. Si quiere ganar, debe penetrar en el voto popular. Ahí está la madre de las batallas.
A su vez, Rodrigo Paz estaría detrás del “voto nulo” de Evo Morales, cantidad suficiente para garantizar su victoria. Es más, por algunas declaraciones de Morales, en sentido de que algunos de sus electores (12%) habrían apoyado en la última elección al capitán Lara, y las tibias declaraciones de Rodrigo en torno a lo que haría con Morales en caso de ser presidente, dan lugar a interpretar un acuerdo subrepticio.
Sin embargo, el apoyo de Morales al binomio Paz-Lara podría ser, más bien, negativo. Como el apoyo de Marcelo Claure a Doria Medina, que al final lo perjudicó notablemente. Samuel, de primero en las encuestas, después del apoyo de Claure, ni siquiera llegó a la final.
Ahora, por el alto porcentaje de rechazo que tiene, el “beso” de Morales a Rodrigo Paz puede perjudicar tanto como el “beso” de Marcelo Claure a Doria Medina. Cerca del 70% del electorado no quiere a Morales.
Al margen de ese afán por las alianzas, en las segundas vueltas, porque el elector solo tiene dos opciones, la polarización es inevitable, y va más allá incluso de lo ideológico.
Los debates, ataques, contraataques y respuestas de ambas partes lo reconfirman. Todo esto está presente no solo en los sets de televisión, sino en las pantallas de 15 millones de dispositivos móviles en Bolivia (dato del último Censo), donde TikTok y WhatsApp juegan un papel de primer orden. El ejemplo de esto es, precisamente, el capitán Lara.
Habría que indagar, sin embargo, si esta polarización tiene los matices y características de las “dos Bolivias”: ese clivaje étnico-regional siempre presente. Ojo, el mapa electoral nos muestra, otra vez, esa división entre occidente y la media luna.
Un rasgo decisivo de los balotajes, luego de las alianzas y la polarización, es también el “voto en contra”. Se vota más en contra del adversario que a favor. Esto, inevitablemente, desata una guerra sucia de alta intensidad para lograr ese “voto en contra”.
Vean, en esa línea, las acusaciones y la estrategia común: ambos se acusan de ser aliados de Evo Morales. Tuto Quiroga pretende posicionar la idea de que Morales está detrás del binomio Paz-Lara y que, de hecho, ya habría una alianza. Manejan incluso el eslogan de que “votar por Rodrigo es votar por Evo”. Rodrigo Paz, por su parte, también intenta posicionar en el imaginario que Tuto es aliado de Evo. Ambos pretenden ese “voto en contra” con la figura de Morales.
Observen cómo cambia, en la segunda vuelta, la naturaleza de las campañas. No está presente, como todos esperan, esa campaña centrada en propuestas.
Pues bien, independientemente de las alianzas, de la polarización y del “voto en contra”, el electorado indígena-popular otra vez definirá la contienda. El 17 de agosto, ese voto reflejó una significativa reconfiguración. Como siempre, fue un voto en contra de los candidatos tradicionales de derecha, pero también en contra del MAS. Hábilmente, eso lo aprovechó Rodrigo Paz, cambiando radicalmente el escenario.
Sin embargo, ese voto popular ya no estará tan oculto en este nuevo escenario del balotaje, pues los indecisos, nulos y blancos tienden a reducirse drásticamente.
Seguramente ahora, sin el misterio del voto oculto, las encuestadoras serán más precisas. Ojalá nos permitan conocer previamente la tendencia del voto popular.
*El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.