El tan esperado Censo 2024 nos escupió en la cara su verdad incómoda: Bolivia tiene 11,3 millones de habitantes. Y la pregunta es inevitable: ¿qué significa esto? Nada más y nada menos que, en números, somos apenas un barrio inflado de São Paulo, un par de comunas de Buenos Aires o un municipio cualquiera de Ciudad de México.
Así es, nadie cree del todo en las cifras, pero de lo que estamos seguros es que “Tilín” y sus acólitos del INE hicieron con los datos lo que se les dio la gana. El resultado fue un censo hecho a medida del poder, con fantasmas incluidos y cifras maquilladas.
Lo concreto: 11.312.620 bolivianos apretados en 1.098.581 km² de superficie. Traducido: a cada boliviano le corresponden casi 97 mil metros cuadrados de territorio, lo que equivale a 14 canchas de fútbol grandes por persona. Increíble, ¿no? Un país gigantesco para una población microscópica.
Somos un país de escala reducida disfrazado de gigante territorial. Y lo peor: con tanta tierra fértil y con tanto espacio vacío, ni para reproducirnos somos eficientes.
En otros lados la biología multiplica como conejo; aquí parece que se tomó vacaciones prolongadas.
Sigamos con las comparaciones que duelen… Mientras en São Paulo el alcalde gobierna a más de 12 millones de habitantes y en Buenos Aires administran servicios para 15 millones en el área metropolitana, aquí nuestros líderes colapsan con la idea de dar agua a un barrio de 5.000 vecinos o pavimentar dos cuadras sin declararlo “obra magna”... siempre y cuando, claro, los amigos de la coima den el visto bueno.
Allá saben administrar recursos; aquí seguimos jugando al feudo:
• Transporte público digno vs. micros destartalados de los años 70.
• Agua potable universal vs. cisternas que llegan con suerte.
• Energía estable vs. cortes cada vez que llueve.
• Internet veloz vs. el sorteo diario de si conecta o no.
• Aeropuertos para la carga ilegal vs. terminales para pasajeros.
• Combustible que sobra vs. filas interminables de camiones.
En Bolivia, los presidentes de turno todavía prometen gas, agua potable, carreteras, hospitales como si fueran regalos personales y no derechos ciudadanos. Y lo más patético: los candidatos que aspiran a “cambiar la historia” necesitan pedirle prestado a ChatGPT las ideas de su plan de gobierno. Lo más ridículo que un país puede aspirar: ser conducido con copy-paste digital.
Un gigante vacío en el corazón de América, eso es lo que somos: un país enorme, codiciado por su ubicación y recursos, pero con una densidad poblacional de apenas 10 habitantes por km². En comparación, eso no llena ni una tribuna del Mundial de Brasil.
Estamos en el corazón de Sudamérica, rodeados de vecinos que producen, exportan y avanzan, mientras nosotros seguimos discutiendo si el INE contó bien o si faltan medio millón de fantasmas censados. Con 11,3 millones de habitantes, ¿de verdad creemos que jugamos en la liga de potencias regionales? Ni elecciones limpias podemos organizar, menos aún un país moderno.
Un principado sin príncipe sería una propuesta alocada, tipo Lara. Aquí es donde la ironía se convierte en alternativa: un Principado moderno sin príncipe, llamado Bolivia. Porque seamos sinceros: repetir los discursos gastados de “industrialización”, “Estado Plurinacional” o “vivir bien” es seguir vendiendo humo. La realidad es otra: somos pocos, desordenados y eternamente corruptos.
¿Por qué no reinventarnos en algo más simple y funcional? Podría ser:
• **Zona Libre total**: sin aduanas inventadas para extorsionar, importando lo que nos dé la gana. Televisores, autos, celulares al precio de Miami. Basta de enriquecer a unos cuantos a costa del bolsillo del ciudadano.
• **Productores libres**: exportando carne, granos, litio, turismo, energía solar, sin diezmo político.
• **Industria sin chimenea**: un paraíso del ecoturismo en la Amazonía, los valles, la Chiquitanía y la cordillera andina.
• **Casinos y turismo de lujo**, administrados por comunarios guardianes de bosques primarios. Con bonos de carbono financiando salud y educación. Más dólares que todo el gas junto.
• **Sin Fuerzas Armadas**, al estilo Costa Rica. ¿Para qué pagar soldados de desfile o generales de golpe de Estado? Con una policía civil eficiente y tecnología basta para cuidar a 11 millones de personas.
Un Estado pequeño, ágil, moderno y gobernable. Un laboratorio de futuro en el corazón de Sudamérica.
El Censo nos mostró la verdad: somos muy pocos para un territorio demasiado grande y mal administrado. Pero también nos dio la oportunidad de repensarnos.
¿Seguiremos con la farsa de un “Estado Plurinacional” que ni sus cuentas puede ordenar? ¿O aceptaremos la ironía y nos animaremos a ser un Principado moderno, gobernable y con futuro?
Porque lo único claro es que, con 11,3 millones de habitantes, no podemos seguir desperdiciando el país que tenemos. Y si al menos no aprendemos a reproducirnos, que aprendamos de una vez a gobernarnos.