En los años más oscuros de la dictadura militar, el exministro Arce Gómez recomendaba a los bolivianos andar “con el testamento bajo el brazo”. Hoy Santa Cruz revive esa amarga sensación bajo el dominio silencioso y brutal de las mafias del narcotráfico. La ejecución de Alexander Habegger, un joven que solo vendía empanadas en el Plan Tres Mil, es la prueba más dolorosa de esta dictadura criminal. Fue confundido con un extranjero ligado a préstamos “gota a gota” y recibió diez disparos a plena luz del día. Su pecado: parecerse a un delincuente al que buscaban los sicarios. Cada jornada es una balacera, cada esquina se vuelve un campo minado donde la vida de inocentes pende de un hilo. Los carteles se mueven con impunidad porque el gobierno del MAS prefiere mirar a otro lado. El resultado: ciudadanos que sienten que salir de casa es un riesgo mortal. No estamos en dictadura militar, pero sí en dictadura criminal. Y, como en aquellos tiempos, en Santa Cruz hay que andar con el testamento bajo el brazo.