«Sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan,
háganlo todo para la gloria de Dios.
No sean motivo de escándalo»
(1 Corintios 10,31-32)
De este consejo de San Pablo viene el lema de los Jesuitas: «Ad maiorem Dei gloriam inque hominum salutem» (Para la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres).
Antes de profundizar este tema, hago conocer que estoy escribiendo desde la República Dominicana donde participo en el “III Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Responsables de Prevención de Abusos” en representación de la Conferencia Episcopal de Bolivia, respondiendo a las iniciativas del Papa Francisco sobre este tema, ahora con el apoyo decidido del Papa León XIV. Estoy impresionado y admirado por los grandes esfuerzos y compromisos de mis colegas, conscientes de que nos queda todavía mucho por hacer.
Puede ser que haya quienes estén celebrando la sentencia dictada el martes 2 de septiembre de un año de prisión a los ex provinciales jesuitas por encubrir los abusos sexuales cometidos por el fallecido jesuita Alfonso Pedrajas, apodado padre Pica Piedras. Para la Iglesia es solo motivo de tristeza y vergüenza. Contradice, pues, todo lo que somos llamados a ser, especialmente en un caso relacionado con la congregación fundada por San Ignacio de Loyola como “Compañía de Jesús”, con la comitiva de vivir una misión dedicada a la Gloria de Dios sin ser motivo de escándalo. Habrán olvidado lo dicho por el mismo Jesús: «Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar» (Mt 18,6; Mc 9,42; Lc 17,2).
¿Cómo entender semejante reacción de Jesús? El único otro dicho similar fue reservado para Judas: «¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»
Hemos aprendido que el abuso sexual infantil causa daños profundos en sus víctimas que son físicos, emocionales y espirituales. Son aún peores al ser protagonizados por personal eclesial como sacerdotes. Para un niño o una niña, es como si fuera violado por Dios mismo. Le destruye su dignidad como hijo o hija de Dios. Le hace difícil o imposible más tarde experimentar una intimidad sexual gozosa. Lo que debería ser la bendición original que Dios comunicó a toda la humanidad, para ellos es asqueroso y pervertido, porque ellos fueron convertidos de pequeño en juguetes desechables para la satisfacción sexual de un pervertido.
De este terrible mal tenemos que proteger a los pequeños por encima de cualquier otra consideración. No podemos poner primero la imagen de la institución, aunque sea la Santa Iglesia. El escándalo no es que en la Iglesia haya pederastas. No existe grupo humano exento de pecado, ni tampoco categoría humana sin trastornos parafílicos. El escándalo es que no hemos protegido a los niños de ellos y de otras formas de violencia y abuso.
Dicho todo esto, el caso contra los ex provinciales deja varias preguntas e inquietudes.
Primero, no debemos olvidar el inmenso bien que la Compañía de Jesús ha hecho en Bolivia y en el mundo. Sus miembros han sufrido grandes persecuciones con muchos mártires. ¿Quién hace justicia por ellos? Evangelizaron a la Chiquitania entre 1691 y 1767 con tanta eficacia que la fe sobrevivió durante un siglo y medio de abandono y abuso posterior. Al ser restituidos, nos han dado innumerables obras educativas y últimamente al Papa Francisco. Una de sus obras son los colegios de Fe y Alegría que en Bolivia han sido los primeros, junto con los Salesianos en instituir un Código de Conducta para que situaciones como la del Pedrajas no suceda nunca más, como tampoco el bullying y otras formas de abuso de los niños y adolescentes. Algo similar estamos haciendo para todo personal asociado con la Iglesia incluyendo el clero, las hermanas religiosas, catequistas, empleados, etc. En la Diócesis de San Ignacio hemos hecho talleres para todo nuestro personal sobre los daños que provoca el abuso sexual infantil y hemos socializado nuestro Código de Comportamiento Ético. Pronto lo vamos a actualizar.
El Ministerio de Educación de Bolivia publicó en el 2019 un “Protocolo de Prevención, Actuación y Denuncia en Casos de Violencia Física, Psicológica y Sexual” de 56 páginas. Por un lado, es totalmente desconocido en los ámbitos escolares. Por otro lado, contiene muy poco de prevención. Se dedica a dar definiciones legales sobre qué es la violencia y protocolos para la denuncia. ¿Cuánta violencia sucede en los colegios del Estado? ¡No hace mucho, en un colegio de Warnes, una señorita de 15 años atacó con 20 puñaladas a una niña de 13 para experimentar la sensación de matar! No fue prevenido.
Toda denuncia señala el fracaso de la prevención. El hecho ya sucedió. El daño está. El sufrimiento empieza y continua, probablemente de por vida, como es evidente en el caso de las víctimas de Pedrajas. Por esto la Prevención y la Cultura del Cuidado y el Buen Trato ha resultado una prioridad.
Del caso de Pedrajas, con unas 85 víctimas en dos décadas, ¿acaso no hay muchos otros encubridores? ¿Cómo es posible tener tantas víctimas durante tanto tiempo siendo que los únicos conocedores los Provinciales Jesuitas que no vivían en esta casa?
La sentencia dictada contra los Jesuitas ancianos no tendrá efecto alguno en cuanto a la prevención. Ojalá sea de sanación, ya que lo que necesitaban y necesitan los sobrevivientes es sanación y reparación, lo que se logra no tanto con castigos, sino con la escucha y validación de su dolor y la restauración de su dignidad. Estos dos ancianos, por lo menos, han permitido a las víctimas de Pedrajas articular el dolor que todavía sufren.
¿Cuántas instancias de abuso sexual infantil hay en otras instancias (no eclesiásticas) de nuestra sociedad boliviana perpetuado por familiares, vecinos y otros, sin respuesta alguna? ¿Cómo podemos crear una auténtica cultura de cuidado de los menores y lograr una prevención eficaz de estos abusos en nuestra sociedad?
La prevención está en gran parte con lo que dijo Jesús después de su comentario sobre los inevitables escándalos: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos. (Mc 10,14-16).
Dios te bendiga.