Aunque todos los gobiernos tienen errores y aciertos, al presente, la Presidencia de Trump 2.0 está cometiendo más de un error que tendrá trascendencia en EE.UU. y el mundo.
En política interna, los principales compromisos y retos han sido principalmente en tres esferas. De acuerdo al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), la administración Trump ha deportado alrededor de 200,000 inmigrantes indocumentados al 28 de agosto del 2025 entre caos y demandas legales. (Solamente para referencia, Bill Clinton deportó un promedio anual de 108.000 personas, George W. Bush 253.000, Barack Obama 344.000, Trump en su primera administración 234.000, y Joe Biden 136.000). Segundo, de acuerdo al Wall Street Journal, la reforma tributaria llamada “One Big and Beautiful Bill”, redistribuiría el ingreso de ricos a pobres en alrededor de un trillón (en nomenclatura estadounidense) de dólares en la próxima década. Tercero, la tasa de inflación se mantiene alta. Se estima que la principal razón es el aumento significante de las tarifas arancelarias; el arancel efectivo promedio es actualmente de alrededor del 18,6%, el nivel más alto desde 1933. Si bien el Tribunal Supremo de Justicia ya dio su veredicto de inconstitucional a la aplicación masiva de esta política arancelaria, la administración de Trump tiene tiempo de apelar hasta octubre.
En política externa vale rescatar tres retos también. Primero, el total fracaso de encontrar la paz entre Ucrania y Rusia que Trump prometió lo haría en 24 horas. Ni comenzadas las negociaciones, Trump ya había cedido varias de sus cartas a Putin; por otro lado amenazó adicionales sanciones económicas a ese país. El Presidente ruso no se ha inmutado, ni siquiera para aceptar un cese de fuego. En el encuentro cumbre en Alaska, Trump le tendió la alfombra roja, lo aplaudió y lo llamó amigo al dictador y asesino de Putin y salió con plazos vacíos para lograr la paz. Una y otra vez, el ex jefe de la KGB lo ha hecho ver novato y perdedor al maestro de la negociación. Segundo, a pesar de las horrorosas consecuencias en la población de Gaza, EE.UU. ha sacado a Rusia fuera del mapa de Medio Oriente. Israel, apoyado por Trump, ha desbaratado a todos los ejércitos terroristas proxis de Irán (Hamas y Hezbollah, entre otros), ha logrado que Rusia se retire de Siria y ha retrocedido, no eliminado, la capacidad de Irán para la construcción de una bomba nuclear. El dictamen final en esa zona geopolítica está todavía por verse.
Tercero, y tal vez el de mayor trascendencia global y de mediano/ largo plazo, sea el alejamiento de India como aliado en la región de Asia del Sur. Trump ha echado por tierra 25 años de diplomacia estadounidense (republicanos y demócratas) de acercarse a India. Tras condenar a India por comprar petróleo ruso (aunque China lo hace), la administración de Trump ha impuesto un arancel de 50% a la mayoría de sus exportaciones. Es más, se ha acercado diplomáticamente a Pakistán, enemigo de India. A todo esto, el Primer Ministro Nahendra Modi lo recibió como una hipocresía y abuso, además que Trump se acredita una falsa mediación en la tregua entre India y Pakistán que reivindica insistentemente ante Modi para recabar su apoyo para el Nobel de la Paz. Esto causó furia en Delhi. ¿Cómo reaccionó el Primer Ministro de India?
La presencia de Modi en China, el primero en varios años, el domingo 31 de agosto, en el marco de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), una de las instituciones creadas por Pekín hace ya casi un cuarto de siglo como alternativa al dominio de Washington, ha sido impactante. Trump ha conseguido sintetizar, en una sola fotografía, el poder global de China donde la más alta cúpula de más de 20 países que superan en su conjunto el 40% de la población y el 20% del PIB mundiales con la idea/ mensaje de desbancar a EE.UU. del liderazgo internacional. Faltaría Brasil que no caviló ante la presión de Trump en la política interna del gigante sudamericano que castigó con aranceles de hasta 50%.
El Sr. Modi ha querido demostrar que India tiene otras opciones y puede rechazar a EE.UU. La foto de Tianjin certifica un insólito acercamiento entre India y China a la vez que bloquea la estrategia estadounidense de utilizar a Delhi como contrapeso a la influencia china. Con ello debilita grandemente el pacto de seguridad de QUAD (Australia, Japón, India y Estados Unidos) ante China. También da oxígeno a Putin que, con mayor margen, puede dar largas a Trump en sus pretensiones de pacificador de la guerra de Ucrania, además de que refuerza su alianza con Corea del Norte, China, e Irán, y neutraliza a India. Putin se muestra confiado y continúa lanzando sangrientos ataques contra civiles ucranianos. Putin lo hace sabiendo que China está contenta de que la guerra en Ucrania se prolongue.
Todo esto expresa un cambio de atmósfera ante las guerras arancelarias trumpistas, sus exigencias de vasallaje y unas extorsiones y amenazas que solo son válidas para los aliados. El presidente estadounidense está facilitando las cosas a China hasta un punto inimaginable. Ha desmontado el potentísimo poder blando de su país. Ha desmantelado su diplomacia y sus organismos de cooperación. Ha castigado a los países amigos y vecinos con amenazas anexionistas y aranceles arbitrarios. Y de paso, está destrozando las instituciones multilaterales que habían servido a la hegemonía de Washington, dejando un vacío geopolítico que Pekín está llenando ahora.
Antes se discutía el panorama global en Washington, ahora la marea se vuelca hacia Pekín. China se proyecta como fuente de estabilidad y prosperidad, y EE.UU. de intimidación a países y ciudadanos y de incertidumbre. La principal víctima de tan desaforada estrategia es el propio EE.UU., pero el daño desborda su geografía. La lista de asistentes a la reunión de la OCS no demuestra que China ya dirija un nuevo orden mundial, pero sí muestra el gran daño que Trump está causando a los intereses estadounidenses.