El chicle y el cafecito

Rodrigo Paz parece haber descubierto la política performática: en lugar de cifras, café; en lugar de planes, chicle. En dos entrevistas recientes, cuando le tocaba explicar su proyecto de gobierno, apareció con estos accesorios de bolsillo, provocando desconcierto en las entrevistadoras y aún más confusión en la audiencia. No se sabe si se trata de una brillante innovación comunicacional o de un acto reflejo para salir del paso. Los manuales de campaña enseñan que un candidato debe dejar “una imagen memorable”. Al parecer, Paz decidió que esa imagen no sea un discurso, sino un gesto. El problema es que, después de tanta cafeína y goma de mascar, nadie recuerda qué piensa sobre el narcotráfico, economía, salud o educación. Quizás en su equipo alguien creyó que la emoción sustituye al argumento. Puede que funcione para viralizar videos, pero gobernar un país exige algo más que baratija sentimental.