
El Mar:
Mira quién viene flotando, con metáforas todavía tibias. ¿Así que me lanzan a mí el encargo de tragar toda esta tristeza? Como si no tuviera ya suficiente con náufragos, basura y barcos oxidados.
Los Poemas:
No te quejes, gigante salado. ¿No eras tú el símbolo perfecto de lo eterno y lo inmenso? Pues ahora te toca ser vertedero de emociones humanas. Qué honor tan barato, ¿no?
El Mar:
Honor, dices… A mí me toca hacer el papel de escenario romántico para la muerte de una mujer que escribió versos más punzantes que cuchillos. Y luego la gente se inventa la postal cursi: “caminó suavemente hacia mis olas, como si yo fuera un abrazo.” ¡Un abrazo! Yo soy ácido, sal y fuerza bruta, no un spa acuático para despedidas poéticas.
Los Poemas:
Tranquilo, viejo. Si no fuera por Alfonsina, nadie te recordaría por otra cosa que no sea tragarte turistas ebrios. Ella te eligió porque eras el único lo bastante cruel y al mismo tiempo lo bastante hermoso. Te necesitaba: brutal y vasto, como ella.
El Mar:
Y tú, verso altisonante, ¿qué haces ahora? ¿Defenderla? ¿Pretender que todo este dolor cabía en un soneto? Ella me arrojó su cuerpo, tú me arrojas palabras. Y yo, como buen basurero cósmico, lo trago todo sin protestar… bueno, casi sin protestar.
Los Poemas:
No te hagas el mártir, océano. Te encanta ser protagonista de tragedias humanas. Desde Homero hasta Storni, siempre apareces de fondo, como si fueras un actor indispensable. ¿Qué haría la literatura sin ti? ¿Poner a los personajes a suicidarse en charcos?
El Mar:
Tienes razón: yo soy escenografía de lujo. Pero no te confundas, poema. Ella no vino a mí buscando ternura. Vino buscando silencio. Y eso sí lo sé dar, silencio eterno bajo metros de agua.
Los Poemas:
El silencio no borra, lo multiplica. Tus olas repiten lo que callas. Cada vez que revientas contra la costa, recuerdas que Alfonsina se entregó a ti. Y cada lector que abre sus páginas escucha tu rugido disfrazado de métrica.
El Mar:
Entonces somos cómplices, tú sostienes el filo en las palabras, yo sostuve su último acto. Entre ambos la guardamos, tú en letras, yo en espuma. Y juntos recordamos que el dolor humano, para ser eterno, necesita sarcasmo y belleza mezclados.
Los Poemas:
Exacto. Porque nada es más irónico que una mujer que amó la palabra… y se entregó al silencio de tus aguas.
El que ausculta palabras, donde el bisturí no llega … va la letra…