Editorial

Patrimonio al tacho de la basura

Por primera vez en 40 años, Bolivia enfrenta un escenario que creíamos superado: inflación, recesión, escasez y el riesgo real de desabastecimiento. Cuatro trimestres consecutivos...

Editorial | | 2025-10-18 00:46:32

Por primera vez en 40 años, Bolivia enfrenta un escenario que creíamos superado: inflación, recesión, escasez y el riesgo real de desabastecimiento. Cuatro trimestres consecutivos de caída del Producto Interno Bruto confirman que el país ha entrado en recesión. El PIB cayó -2,4 % en el primer semestre de 2025, el desplome más fuerte desde los años ochenta. Y esta vez no hay pandemia ni guerra que lo explique: es el resultado de dos décadas de despilfarro, improvisación y soberbia económica del MAS.

El mayor patrimonio que la democracia boliviana había conquistado —la estabilidad— ha sido arrojado al tacho de la basura. Durante casi cuatro décadas, los bolivianos trabajaron, ahorraron, aguantaron y reconstruyeron el país después del colapso de 1985. Aquella generación logró estabilizar una economía devastada por la hiperinflación, ordenó las cuentas fiscales, recuperó la confianza y atrajo inversión. Hoy, todo ese esfuerzo se desmorona. El modelo de “bonanza sin producción”, basado en gastar más de lo que se genera y en sustituir eficiencia por propaganda ha terminado por estallar.

Los datos son contundentes: la minería y los hidrocarburos —el corazón del aparato productivo nacional— se desplomaron -12,98 %. El comercio cayó -5,18 %, el transporte -2,24 %, y las actividades inmobiliarias -3,56 %. Solo el agro, que sobrevive más por la iniciativa privada que por políticas públicas, muestra un respiro con un crecimiento del 3,7 %. Pero es insuficiente. El país está paralizado. Faltan dólares, los bancos restringen el crédito, las filas por combustible son cada vez más largas y los precios se disparan día a día.

Los economistas lo llaman estanflación: una combinación letal de inflación alta, recesión y desempleo. Bolivia la está viviendo. El Fondo Monetario Internacional proyecta una inflación del 20,8 % y un crecimiento de apenas 0,6 %, mientras que el Banco Mundial y los centros de análisis nacionales coinciden en que la tendencia negativa continuará. Es decir, no estamos ante una crisis pasajera, sino ante una implosión estructural del modelo económico que el MAS impuso desde 2006.

El gobierno culpa a los bloqueos, a la “coyuntura política” y a factores externos. Pero la verdad es más más dolorosa. En veinte años, el MAS vació las reservas internacionales (que hoy apenas superan los 2.800 millones de dólares, frente a los 15.000 millones de 2014), descapitalizó YPFB, desincentivó la inversión privada y ahogó al sistema productivo con controles, subsidios y prebendas. Su “modelo social comunitario productivo” terminó siendo un eufemismo para el derroche, la ineficiencia y la corrupción.

El golpe no es solo económico, es moral. Bolivia vuelve a ser un país que debe empezar de cero. Mientras los tecnócratas del gobierno prometen una “recuperación gradual”, la realidad muestra una economía deshecha y un Estado quebrado.

Durante años, el MAS se dedicó a demonizar a los “neoliberales” que estabilizaron la economía y construyeron los cimientos de la paz social. Hoy, con ironía cruel, su gestión demuestra que fueron precisamente esas reformas las que sostuvieron al país durante dos décadas. Los “gobiernos del cambio” ha tirado al tacho los grandes logros no solo de sus antecesores, sino de toda una nación.

Durante años, el MAS se dedicó a demonizar a los “neoliberales” que estabilizaron la economía y construyeron los cimientos de la paz social. Fueron precisamente esas reformas las que sostuvieron al país durante dos décadas. Los “gobiernos del cambio” ha tirado al tacho los grandes logros no solo de sus antecesores, sino de toda una nación.