En momentos electorales, se nos llama, como cristianos, a elegir —de hecho, a veces toca hacerlo entre dos males el menor—, y por ello es necesario reflexionar sobre qué criterio usar para elegir a quien regirá, pues su gobierno afectará la vida de todos.
¿Quién es, según las enseñanzas de la Iglesia, un hombre “justo”?
La Biblia nos enseña que "el justo vive de la fe" (Habacuc 2,4; Romanos 1,17; Gálatas 3,11; Hebreos 10,38). Esta afirmación establece una conexión directa entre los actos y la manera de proceder, que debe estar acorde con lo que se cree, contraponiendo la soberbia a la fe. Según esta enseñanza, el justo es quien vive en comunión con el Señor y por ello vivirá. En contraste, el impío desvía su vida de Dios, rompe la relación de justicia con Él y, por ello, morirá.
Dios no quiere la muerte del hombre (1 Timoteo 2, 4), sino que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Aún más, afirma: “Por mi vida, oráculo del Señor, que Yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se convierta y viva. Conviértanse, conviértanse de su perversa conducta. ¿Por qué van a morir, pueblo de Israel?” (Ez 33,11; cf. 18,32).
Es hombre justo aquel que ejerce la justicia en sus relaciones tanto con el prójimo como con Dios (Dt 6,25; 24,13). Es también quien, asistido por la gracia divina, vive en rectitud moral, en obediencia a la santísima voluntad de Dios, aunque le duela, y respeta constantemente los derechos de Dios y de su prójimo. El justo busca la santidad a través de la práctica de la justicia y el amor.
El justo en la Biblia:
1. Vive en integridad y fidelidad a la voluntad divina, sometiéndose a la justicia de Dios con lealtad y devoción.
2. Vive conforme a la voluntad de Dios, demostrando un carácter virtuoso y moral. Un ejemplo es la figura bíblica de Ebed Melec, quien actuó con compasión e integridad para salvar a Jeremías (Jeremías 38,7-11).
La justicia del justo no es solo una cualidad, sino una respuesta activa a la injusticia, e implica actuar con sabiduría y ayuda al prójimo. El capítulo 9 de Sabiduría, conocido como la oración para pedir sabiduría a Dios, es una de las perlas escondidas más hermosas del Antiguo Testamento.
Es alguien que camina con integridad, confiando en Dios y practicando la caridad y la misericordia, a pesar de los tropiezos y obstáculos que se le puedan presentar.
Ser justo es más que solo respetar al otro: es reconocer su dignidad como hijo de Dios y, con ello, darle existencia personalmente. La justicia, en la Biblia y en la enseñanza de la Iglesia, se sitúa siempre en una relación entre personas. Quien no se hace cargo de la causa del pobre, nunca será justo, ni podrá establecer relaciones justas con nadie.
Otra consideración importante: El Señor no es justo solo porque dé a cada uno lo que se le debe o merece como recompensa o castigo. Lo es porque es el Iniciador de una relación de justicia y porque ama al otro —le reconoce como creación, hijo suyo por adopción— antes de cualquier reconocimiento o rechazo, amándolo con entrañas de misericordia.
La Justicia Divina se entiende como expresión de la Voluntad de Dios que debe ser acogida con un corazón sometido y fiel. Para la Iglesia Católica, la justicia está vinculada con la relación correcta con Dios, que lleva a una vida que da fruto en buenas obras y fidelidad a Su ley.
Quien ha de llamarse justo, debe serlo en todas sus relaciones, de la misma manera que su Dios es justo con él. Proverbios 29,7 dice: “El justo atiende la causa de los pobres”, es decir, juzga con justicia la causa de los débiles. Pero Levítico 19, 15, llama a no cometer injusticia ni para favorecer al pobre ni al rico, sino a ser justos con todos.
Recordemos que la Iglesia sostiene que la justificación se obtiene por la gracia de Dios mediante la fe en Jesucristo. Por lo tanto, el hombre justo manifiesta esa fe a través de sus obras de justicia. El apóstol Santiago enseña que la fe sin obras está muerta, y el hombre justo es reconocido por su obediencia a la palabra de Dios y la práctica de la compasión y la misericordia. Dios con nosotros.