La reciente emboscada y muerte de un militar en Lloko Lloko, frontera con Chile, a manos de contrabandistas, deja en evidencia que muchos delincuentes todavía no se han enterado de que en Bolivia hay un nuevo gobierno. Siguen actuando con la misma impunidad, con la certeza de que nada ha cambiado. Este hecho debería ser una señal de alerta para Rodrigo Paz: es momento de transmitir, con hechos y no con discursos, que el Estado ha recuperado el control y que las reglas del juego ya no son las mismas. Las fuerzas del orden necesitan respaldo político real, recursos y un mandato claro para enfrentar a quienes desafían al país desde la ilegalidad. No basta con lamentar muertes ni con prometer investigaciones. Los contrabandistas, narcotraficantes y demás redes criminales deben sentir en carne propia que el tiempo de la tolerancia terminó. Si el nuevo gobierno no logra imponer autoridad desde el principio, los delincuentes seguirán creyendo que nada cambió. Paz debe demostrar que su gestión marca un antes y un después.