Jaime Paz Zamora dice que Evo Morales, expresidente como él, tendría que ser “carneado”, pero el cocalero tiene motivos para sentirse orgulloso.
Su objetivo, definido desde que luchaba contra la erradicación de los cocales ilegales, antes de ser presidente, se ha cumplido: ahora, la cocaína boliviana está lloviendo en Argentina y Brasil
El diario Clarín de Buenos Aires publicó un comentario de Héctor Gambini titulado: “Hay truenos narcos en Río y acá llueve cocaína”.
Por esos días, una avioneta boliviana había caído en Salta, con su carga de 340 kilos de cocaína, descubierta porque los tripulantes quisieron comprar una soda pagando en dólares.
El 22 de octubre, el senador brasileño Flavio Bolsonaro había dicho que él envidiaba a Venezuela, porque querría que los barcos de Donald Trump derribaran y hundieran también a las barcazas de los narcos en Río de Janeiro.
Una semana después, el gobernador de Río, Claudio Castro, ordenó el operativo policial contra el Comando Vermelho en una favela, con un saldo de 130 muertos.
En los veinte años del masismo, el cocalero Morales ha logrado no solamente que los cocales ilegales se hagan legales, sino que invadan todos los parques nacionales.
Ahora, el ministro de gobierno, Tuco Oviedo, asegura que los cocales de Chapare son ilegales, y lo dice al día siguiente de haber firmado el acuerdo para el retorno de la DEA a Bolivia.
La última vez que la DEA estuvo en Bolivia fue en 2008 y, antes de ser expulsada por el presidente cocalero, informó que las plantaciones abarcaban 58.000 hectáreas.
Cuando los aviones que toman fotos a las plantaciones revelen la nueva realidad probablemente la extensión de cocales resulte superior a las 100.000 hectáreas, cerca de 150.000.
La obra del cocalero fue haber abierto los parques nacionales para la llegada de nuevas plantaciones, de tal modo que ahora hay unos ocho Chapares más.
El parque Amboró ha sido penetrado por los narcos colombianos, el Choré tiene como dueños a los narcos del Primer Comando da Capital, la provincia Guarayos de Santa Cruz y la de Chiquitos, son nuevos territorios para los cocales, aparte de los que hay en Cochabamba y Tarija.
El proyecto se ha diversificado y la coca no tiene el monopolio. Hay plantaciones de marihuana incluso en el altiplano más yermo.
Con las plantaciones que existen, Bolivia es el Afganistán de Sudamérica, y eso es obra del visionario del narcotráfico nacido en Orinoca.
Pero, como dice Paz Zamora, quizá merezca ser castigado, no necesariamente carneado, porque podría salpicar, pero por lo menos extraditado junto a todos los narcos del país.
Siglo21bolivia.com