Editorial

La cloaca y la punta del iceberg

Rodrigo Paz ha calculado que en casi dos décadas de hegemonía, el MAS se robó 15 mil millones de dólares. La cifra es escandalosa pero profundamente engañosa...

Editorial | | 2025-11-18 00:10:00

Rodrigo Paz ha calculado que en casi dos décadas de hegemonía, el MAS se robó 15 mil millones de dólares. La cifra es escandalosa pero profundamente engañosa si se la presenta como el daño central. El verdadero desastre que dejó el masismo —y que hoy sigue intacto— no está solo en lo robado, sino en lo malgastado. Y ahí el número deja de ser millones para entrar en la escala de lo inconmensurable.

Entre 2006 y 2025, por las manos del Estado boliviano pasaron alrededor de 500 mil millones de dólares, sumando los presupuestos anuales. Es una cifra monumental, producto de la mayor bonanza de nuestra historia gracias al gas: precios internacionales altos, contratos firmados antes de la llegada del MAS al poder y una producción récord fruto de inversiones realizadas en los gobiernos previos. Una mesa servida que el MAS destruyó totalmente.

Aquí conviene una precisión técnica que los expertos en políticas públicas conocen muy bien: la corrupción, aunque brutal, rara vez supera el 20% del manejo estatal en gobiernos populistas. Lo verdaderamente devastador es el derroche. Es la incapacidad de planificar, el gigantismo estatal que multiplica sueldos, burocracias y ministerios inútiles, la construcción de elefantes blancos que nunca operan —o peor, que operan a pérdida—, la creación de empresas estatales inviables que queman dinero todos los días y poner en cargos estratégicos a personas sin la más mínima calificación.

Si el nuevo presidente quiere darle una buena noticia al país, no basta con anunciar “cacería de ladrones”. La lucha contra la corrupción es imprescindible, pero es apenas el primer escalón. Lo urgente es desmontar el aparato estatal que nos dejó el MAS, que no solo es corrupto, sino insostenible. La pregunta que Paz aún no responde es la más importante: ¿Cuándo comenzará el desmantelamiento del monstruo?

Porque la “cloaca” no está solo en los sobornos, las contrataciones infladas o radares inservibles. La cloaca es todo el diseño estatal que el MAS construyó para derrochar, controlar y perpetuarse. Y ese diseño sigue en pie. No ha sido tocado. No se habla de tocarlo. Y mientras no se desmonte, seguirá oliendo igual.

Paz debe decirnos qué hará con las empresas estatales que sangran al Tesoro: YPFB inflada de funcionarios, BOA convertida en caja política, las mineras estatales convertidas en empleo clientelar. ¿Cuándo se cerrarán esos monstruos inviables? ¿Cuándo se despedirá a los supernumerarios que durante años vivieron del favor político? ¿Cuándo dejará el Estado de ser un botín para volver a ser un servicio?

El país no necesita solo conocer el tamaño del robo. Necesita saber cuándo empezará la cirugía mayor. Porque si hablamos de daños, los 15 mil millones de la corrupción son apenas la punta del iceberg. El desastre real está en los 500 mil millones administrados sin cálculo económico, sin criterio profesional, sin una visión de país. Está en los subsidios que ya no se pueden pagar, en las reservas que se evaporaron, en el déficit fiscal crónico, en la destrucción del aparato productivo.

Paz ha diagnosticado la enfermedad. Falta la parte difícil: hacer limpieza de verdad. Y esa limpieza no se logra auditando el pasado, sino desmontando el presente. Hasta que eso no ocurra, la cloaca seguirá abierta y el olor seguirá impregnando cada rincón del Estado boliviano.