Tribuna

La caja de Pandora del MAS: la cloaca que olía a “vivir bien”

La caja de Pandora del MAS: la cloaca que olía a “vivir bien”
Alberto De Oliva Maya | Columnista
| 2025-11-18 00:06:00

Si la mitología griega hubiera conocido al MAS, Pandora habría preferido dejar su caja cerrada con candado, alarma y perro bravo. Porque una cosa es abrir un cofre con desgracias… y otra muy distinta es destapar una cloaca estatal fermentada durante 20 años por un grupo que convirtió el poder en buffet libre.

Durante dos décadas, Bolivia fue gobernada por un pedófilo narco-corrupto, Evo Morales, y un mafioso de escritorio, Luis Arce Catacora, cuya habilidad administrativa se resume en: “si existe, se puede robar; si no existe, se inventa para robar igual”.

Con ese currículum, nadie esperaba que el nuevo presidente Rodrigo Paz Pereira encontrara cofres llenos de oro. Pero tampoco que, al abrir la famosa “caja del Estado”, saliera un aroma capaz de tumbar a un rinoceronte.

En apenas una semana, el nuevo presidente dejó claro lo que encontró: un aparato estatal reducido a lo que él mismo llamó una “cloaca de proporciones extraordinarias”. Y créanme: si un político usa la palabra “cloaca”, es porque ya no encontró un término más fino para decir “montaña de mierda”.

Nada de informes, nada de respaldos, nada de equipos, nada de memoria institucional. Ni un pendrive, ni un papelito, ni un post-it. Nada.

Las oficinas públicas quedaron como casas abandonadas después de un narco-megaoperativo: computadoras desaparecidas, celulares “extraviados”, vehículos volatilizados, discos duros formateados y funcionarios prófugos que hoy deben estar tomando café en Buenos Aires con la plata que se llevaron… recordando con nostalgia el eslogan que tanto repitieron: “vivir bien”. Pues sí, están viviendo muy bien. Con nuestra plata.

Del país trancado al país hecho mierda

Rodrigo Paz sabía que heredaría un país trancado. Lo que no imaginó es que recibiría uno desmantelado, arrasado y saqueado con precisión quirúrgica.

Y llegamos a la pregunta inevitable: ¿buscar plata afuera o buscar ladrones adentro? Porque antes de ir a tocar puertas en Washington, quizás habría que ir a tocar algunas puertas en La Florida, en Santa Cruz, en Panamá o en Buenos Aires.

Puertas que esconden cuentas, propiedades, testaferros, sociedades anónimas y fortunas que no resisten ni una suma con lápiz BIC. Se estima que solo la familia del “maestro del desastre económico”, Arce Catacora, acumuló más de 2.000 millones de dólares en activos. En cinco años… ni Jeff Bezos.

¿Quiénes saben dónde está ese dinero? Pues algunos ministros, asesores y “amigos íntimos” que salían en las fotos familiares, de carnavales y de churrascos íntimos. Ahí entra el nombre inevitable: Óscar Mario Justiniano, flamante ministro de Medio Ambiente, que podría —si quisiera— hacer un mapa del tesoro mejor que cualquier novela de piratas. Pero Bolivia no necesita mapas. Necesita voluntad política y valentía judicial.

No deben olvidarse ni dejar de lado a ningún palo blanco, esa nueva clase empresarial que está sobresaliendo en estratos sociales que, coincidentemente, comparten con los corruptos masistas.

El saqueo no se hizo solo con maletas. Se hizo con palos blancos portadores de acciones en empresas agropecuarias, forestales, petroleras, bancarias, inmobiliarias y hasta en redes del narcotráfico.

Una telaraña de testaferros que en cualquier país serio ya estaría presa o declarando. Aquí, en cambio, algunos se preparan para ser candidatos.

Y ya que hablamos de candidatos… no hay que olvidarse de esos ministros bailadores y la danza de la corrupción que manejaron obras públicas como quien maneja una kermesse: obras sin terminar, sobreprecios, empresas fantasma, testigos protegidos que aparecieron muertos, fortunas inexplicables y campañas políticas financiadas con plata sucia.

Lo más vergonzoso —la cereza del pastel— es que uno de ellos aún sueña con ser gobernador. Porque en Bolivia nunca falta el descaro.

Bolivia es un país que exige justicia. Rodrigo Paz tiene la tarea más compleja desde 1825: reconstruir un Estado sin Estado. Con Lara o sin Lara, con uniformes o sin uniformes, con discursos o sin discursos… lo que Bolivia quiere es justicia.

Una justicia real. Una justicia sin privilegios. Una justicia que toque la puerta de los corruptos masistas donde sea que estén escondidos. Porque la historia es simple: cada dólar robado es un dólar que falta en hospitales, aulas, carreteras y en la mesa de las familias bolivianas.

Bolivia pide, exige y grita: que se aclare todo, que se recupere cada centavo, que los ladrones paguen y que nunca más un grupo se crea dueño del país, de sus recursos, de su destino y de la justicia.

La caja de Pandora ya se abrió. Lo que salga ahora —hedor incluido— debe servir para limpiar, no para esconder otra vez el desastre bajo la alfombra.

Alberto De Oliva Maya | Columnista