Editorial

El problema no es Lara

El fenómeno Edman Lara deja claro que en Bolivia, la política no solo es cuestión de ideas, sino de emociones, símbolos y líderes capaces de canalizar los miedos y expectativas de la población....

Editorial | | 2025-11-27 07:05:29

El fenómeno Edman Lara deja claro que en Bolivia, la política no solo es cuestión de ideas, sino de emociones, símbolos y líderes capaces de canalizar los miedos y expectativas de la población. Algunos consideran al ex capitán como el sustituto de Evo Morales, un “mesías” moderno con millones de seguidores en TikTok, pero como solemos olvidar, el problema no es Lara. El verdadero drama de Bolivia es estructural: el caudillismo, que siempre encuentra terreno fértil para prosperar y hacer de las suyas en el país.

La fascinación por figuras salvadoras no es nueva. Desde los tiempos de la Independencia, los sectores populares, desconfiados de los nuevos dueños del poder, se agruparon en torno a caudillos locales que prometían protección frente a las élites. Hoy, la lógica se repite: los votantes no eligen programas de gobierno, sino defensores personales contra un poder que perciben distante. “Porque es como nosotros”, “porque nos va a defender”, “porque acabará con la corrupción” son respuestas recurrentes de los seguidores de Lara. La historia se repite: Belzu, Barrientos, Evo y ahora Lara; la población siempre estará dispuesta a creer en mesías que prometen justicia y representación.

El problema no es que Lara aspire a ser caudillo; el problema es que Bolivia no ha construido instituciones fuertes ni una cultura política que haga innecesario un salvador personalista. La falta de partidos sólidos y contrapesos efectivos deja a la población vulnerable a líderes carismáticos que apelan a emociones más que a políticas.

La solución es clara: el país necesita instituciones confiables, meritocracia y cultura cívica, no mesías temporales. La educación cívica, la transparencia, la rendición de cuentas y la igualdad de oportunidades son el verdadero antídoto contra el caudillismo. Los sectores populares dejarán de depender emocionalmente de líderes magnéticos cuando confíen en que el estado funciona, que las leyes se cumplen y que sus derechos están protegidos por instituciones y no por promesas de defensa personal.

La popularidad de Edman Lara todavía demuestra que en Bolivia se puede hacer política desde Tik Tok, donde el vicepresidente adquiere fuerza con la viralización de sus videos y sus discursos de justiciero. Para él no se trata de usar la palabra como recurso estratégico, sino de agitar las aguas en medio de la confusión y una crisis económica que genera miedo e incertidumbre.

Mientras Bolivia no construya un sistema donde la acción colectiva y las instituciones sean el centro, cada nuevo demagogo encontrará terreno fértil para vender humo.

El problema no es Lara. El problema es que Bolivia sigue esperando un salvador en lugar de invertir en las estructuras que permitirían a su gente resolver sus problemas sin depender de héroes efímeros. Y mientras eso ocurra, tendremos cada tanto un bufón convertido en fenómeno viral y ciudadanos encantados con promesas que, al final, no reemplazan al estado de derecho ni al progreso real.

El problema es que Bolivia sigue esperando un salvador en lugar de invertir en las estructuras que permitirían a su gente resolver sus problemas sin depender de héroes efímeros. Y mientras eso ocurra, tendremos cada tanto un bufón convertido en fenómeno viral y ciudadanos encantados con promesas que, al final, no reemplazan al estado de derecho ni al progreso real.