Entre polvo y agua oscura, una conversación entre un libro cuya autora solo se sumergió y la sombra que la animó a tal destino…
El libro llevaba años en el estante más bajo, ese donde la luz se filtra apenas como si tuviera vergüenza. Era una edición gastada de Las olas, con las esquinas curvas y el lomo quebrado en un par de lugares. Desde esa quietud aprendida, veía pasar las horas como quien mira por la ventana de una casa que ya no es la suya.
Una tarde silenciosa, la Sombra del Suicidio se deslizó entre las repisas. No tenía forma definida, pero tampoco daba miedo. Era más bien una presencia cansada, como alguien que entra disculpándose sin hablar.
Libro:
No creí volver a verte rondar por aquí. Este lugar ha estado tranquilo.
Sombra:
La tranquilidad no siempre es olvido. A veces es solo que nadie quiere mirar de frente lo que duele.
Libro:
Lo sé. He guardado palabras que tampoco quieren mirar. Memorias que tiemblan, voces que se quiebran al recordarla.
Sombra:
Ella hablaba contigo más que con nadie. Te abrió como si fueras un cuarto propio, uno donde podía ordenar los pensamientos que la perseguían.
Libro:
Y aun así, no bastó. Mis páginas no eran una cuerda, solo un espejo. Le devolví lo que sentía, pero no pude sostenerla.
Sombra:
No te culpes. Yo no aparezco porque alguien escribe, piensa o sufre. Llego cuando la mente se rompe en demasiados lugares a la vez. A veces entro como un susurro; otras, como un accidente que se acelera sin avisar.
Libro:
Ella buscaba descanso, no desaparición.
Sombra:
Exacto. La gente confunde mis contornos. No soy un deseo de muerte pura, soy un intento desesperado de apagar un dolor que se volvió inhabitable. La tragedia es que mis caminos casi nunca tienen vuelta.
Libro:
Y ahora la recuerdan más por tu sombra que por su luz. Eso me pesa.
Sombra:
Entonces sigue hablando. Recuérdala como era: rigurosa, valiente, frágil pero lúcida. Diles que su final no define su obra, igual que yo no defino a quienes me cruzan.
El libro guardó silencio. No porque no tuviera nada que decir, sino porque sabía que algunas palabras deben esperarse, como el mar cuando retrocede antes de otra ola.
Libro:
Seguiré aquí. No para revivir la herida, sino para que entiendan que antes del agua hubo pensamiento, lucha y belleza.
La Sombra se retiró despacio, sin rastro.
El estante quedó en calma, pero no vacío
El que ausculta palabras, donde no llega el bisturí va la letra…